Filipinas firma un acuerdo militar con EEUU pero no pretende enfadar a China

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Mientras los medios están concentrados en el escándalo sobre los alegados globos espías, Washington refuerza su flanco occidental en el archipiélago filipino. Ferdinand (conocido localmente como Bongbong) Marcos Jr., hijo del dictador filipino del siglo XX, asumió las riendas del poder a mediados de 2022 y comenzó su sexenio en la presidencia con una activa política externa. A pesar de que algunos esperaban que Marcos siguiese la línea de acercamiento con Pekín de su predecesor, el controvertido Rodrigo Duterte, el nuevo presidente demostró ser cuidadoso, reforzando lazos con ambos polos.

Al igual que algunos países del Sudeste Asiático (como VietnamTailandia o Malasia), Filipinas está políticamente más inclinada hacia la Casa Blanca, pero los fuertes vínculos económicos con el gigante asiático no le permiten arriesgarse a enfadar a Pekín. Un hecho que cambió durante la administración de Donald Trump entre 2016 y 2020, pero ahora parece volver poco a poco. En el caso de Manila, China es su mayor socio comercial, liderando moderadamente en las exportaciones y con un extenso margen en las importaciones del archipiélago. Aun así, Marcos buscó retomar los proyectos de seguridad de Washington, que fueron interrumpidos por Duterte. Esto lo demuestra la visita del secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, a la capital filipina en febrero.

Rodrigo Duterte, que ocupó el palacio de Malacañán entre 2016 y 2022, gobernó el país insular con mano de hierro. Incluso antes de convertirse en presidente, cuando ocupaba el puesto de gobernador de la ciudad meridional de Dávao, les declaró la «guerra a las drogas» y se comprometió a erradicar a los carteles narcotraficantes a toda costa. El precio lo tuvieron que pagar los filipinos, ya que la política de Duterte le daba prácticamente la carta blanca a la Policía a matar a todo sospechoso de estar involucrado en el tráfico de sustancias ilícitas.

Así, esta peculiar guerra llamó mucho la atención de diferentes ONG de derechos humanos, además de grandes políticos como el expresidente estadounidense Barack Obama, que criticaron a Manila por las brutalidades. Duterte estaba indignado y llegó incluso a insultar públicamente a Obama tras indicarle que Filipinas «ya no era una colonia» y que Washington no tenía derecho a entrometerse en sus asuntos internos.

Tras la reunión con su homólogo filipino, Austin consiguió que Manila abriese acceso a cuatro bases militares para las Fuerzas Armadas estadounidenses, lo que se suma a otras cinco ya permitidas. Washington lleva sin tener una base en el archipiélago desde 1992. Además, fue por fin expandido el acuerdo de cooperación de 2014, un proceso que quedó congelado durante la presidencia de Duterte. EEUU y Filipinas tienen una larga historia de cooperación militar, especialmente durante la Guerra Fría, en la cual Manila era un frente importante para aislar a la China de Mao Zedong y suplir las fuerzas americanas en Vietnam. El archipiélago llegó a albergar más de 28.000 soldados americanos en 1968.

Asimismo, la Casa Blanca parece contar por ahora con el apoyo de la opinión pública filipina según las encuestas, lo que contrasta con el escepticismo respecto a Pekín. Mantener una opinión positiva de la población local es esencial  para cualquier proyecto.

Además de Washington, Manila pretende reforzar sus lazos con otro importante actor en la región: Tokio. A mediados de febrero Marcos se dirigió a la capital nipona para reunirse con el primer ministro nipón, Fumio Kishida. Los líderes firmaron varios acuerdos de cooperación militar y económica, uno de los cuales le permitía a Japón enviar sus Fuerzas Armadas para asistir en caso de desastres «de origen natural o humano». También se habló de la posibilidad de un tratado bilateral que posibilite la organización de maniobras conjuntas, un paso muy grande para la consolidación de la cooperación militar entre Tokio y Manila. Japón es además miembro del Quad, un foro estratégico informal del que también son parte Estados Unidos, la India y Australia. Sumar a Filipinas a este diálogo sería un golpe considerable para Pekín.

No obstante, a diferencia de su padre, Ferdinand Marcos, y su predecesor, Rodrigo Duterte, Marcos no piensa decantarse por completo por uno de los polos. El presidente filipino comenzó 2023 con un viaje a China para visitar a Xi Jinping. Este es su segundo encuentro con el dirigente chino, el primero fue en Bangkok en la cumbre de la APEC en noviembre. Incluso en los acuerdos con EEUU, Manila mantiene su cautela, haciendo todo lo posible para no enfurecer al gigante asiático.

Durante el medio año que lleva en el poder, Marcos visitó también Indonesia y Singapur, dos países que son famosos por balancear entre las dos superpotencias. Colaborando con ambos bandos al mismo tiempo le permite a Manila sacar más provecho tanto del poderío económico chino, como de la ayuda militar estadounidense. No obstante, una política de neutralidad es de por sí una política inestable y difícil de mantener. Una declaración, un incidente en el mar de China Meridional o un repentino cambio de la opinión pública podrán volcar esta cuidadosa estratagema.

El creciente interés del mundo en la región del Indo-Pacífico lo convierte en un nuevo frente de rivalidad entre superpotencias. Por un lado, China continúa erosionando la seguridad de la «rebelde» isla de Taiwán y expande su presencia militar por la región, como hizo en las islas Salomón, por ejemplo. Por otro, EEUU con sus aliados del Quad intentan mantener a Pekín a raya, algo difícil debido al peso económico del gigante asiático. Mientras tanto, Filipinas junto con la ASEAN resurgen como una fuerza independiente que pretende seguir su propia línea al margen del Gran Juego. «No trabajo para Pekín y no trabajo para Washington, trabajo para las Filipinas», dijo Marcos en el foro económico de Davos, en Suiza, a comienzos de 2023.

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