Un día después de cerrar una de las cumbres de líderes del G20 más difíciles por la guerra de Ucrania con un inesperado consenso entre las potencias, el dirigente indonesio, Joko Widodo, repite su mantra: diálogo, y con todos.
«Estoy cansado», admite Widodo, conocido en Indonesia como Jokowi, al arrancar un peculiar encuentro en un mercado balinés con un grupo de periodistas extranjeros, entre ellos EFE, apenas horas después de concluir dos días de cumbre frenética en la isla indonesia de Bali, convertida esta semana en el epicentro de la política mundial.
Tras despedir a los líderes de las mayores potencias, entre ellos el estadounidense Joe Biden y el chino Xi Jinping, que el lunes protagonizaron un deshielo de sus relaciones en Bali en su primer encuentro como jefes de Estado, Jokowi vuelve a su rutina.
CERCA DE LA GENTE
El presidente aparece en el mercado Badung de Denpasar, la capital de Bali, a primera hora del jueves, vistiendo una camisa blanca y sonriente, pese al agotamiento que arrastra.
Una muchedumbre le recibe ansiosa, se abalanza hacia él al grito de «¡bapak!», traducido como «padre» en indonesio -y que también se utiliza para referirse a los líderes-, convirtiendo el establecimiento de comercios en un pandemonio.
«¿Es importante para usted estar cerca de la gente?», se le pregunta mientras para en uno de los puestos. «Siempre voy a los mercados, al menos dos, tres veces cada semana. Para saber, escuchar lo que dice la gente directamente», dice a EFE.
DIÁLOGO CON UCRANIA Y RUSIA
El presidente de Indonesia, llamado a convertirse en la cuarta economía mundial en 2045, parece haber aplicado una fórmula similar, basada en el diálogo cercano, como anfitrión del G20, en un año marcado por la invasión rusa de Ucrania y las divisiones en bloques, el liderado por EE.UU. y países europeos, y el de China y Rusia.
Así, el mandatario, de 61 años, viajó a Moscú y Kiev en junio para mediar personalmente entre sendos dirigentes, Vladímir Putin y Volodímir Zelensky, un plan de éxito improbable que, no obstante, dio muestra de su ambición e interés en transformar su liderazgo del G20 en algo más que un mero formalismo.
«Necesitamos cooperación, colaboración, no rivalidades ni conflicto abierto», afirma a EFE Widodo, quien desde el principio insistió en invitar a todas las partes, incluida Rusia pero también Ucrania, que no es miembro del G20, a las reuniones.
Finalmente Putin no viajó a Bali, enviando a su canciller, Serguéi Lavrov, y Zelensky solo intervino por videoconferencia, lo que se prevé contribuyó a que la cumbre transcurriera de forma mucho más distendida de la esperada, llegándose a firmar una declaración grupal en la que la mayoría condena la guerra de Ucrania.
El que fuera vendedor de muebles, cuya llegada al poder causó furor por la ruptura que suponía con el perfil castrense habitual, tiene claro cuál cree que fue la fórmula del «éxito» de la cumbre: «La comunicación. Con todos los miembros. Con todos», dice a EFE.
SITUACIÓN SOMBRÍA
Pese a la relativa concordia vivida en Bali, la situación sigue siendo sombría. Si bien las divisiones entre los bloques quedaron más difusas durante la cumbre, con China adoptando una inusual distancia con Rusia y firmando la paz con EE.UU, y Moscú más aislado que nunca, la guerra continúa. Y la crisis económica acecha.
También para Indonesia, donde la inflación general subió hasta el 5,71 por ciento en octubre, desde el 2,18 por ciento de enero. Los alimentos, por su parte, se encarecieron hasta el 6,76 por ciento el pasado mes.