La ciudad japonesa de Nagasaki ha recordado este martes a las víctimas y supervivientes de la bomba que lanzó Estados Unidos el 9 de agosto de 1945, bajo la premisa de que este incidente sea «el último bombardeo atómico», como ha expresado el primer ministro nipón, Fumio Kishida.
«Garantizar la transparencia, la reducción de las armas nucleares y la no proliferación siguen siendo objetivos importantes», ha dicho el mandatario durante una ceremonia a la que asistieron representantes de decenas de países pero a la que no acudió Rusia, que no estaba invitada por la ofensiva militar sobre Ucrania.
La ciudad ha guardado silencio a las 11.02, la hora exacta en la que Estados Uidos lanzó una bomba a la que se le atribuyen 74.000 víctimas mortales a corto plazo. Kishida se ha comprometido a estudiar si algunos enfermos de cáncer pueden beneficiarse también de las ayudas médicas para supervivientes del ataque a Nagasaki, que se produjo sólo tres días después de otro similar sobre Hiroshima.
Por su parte, el alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue, ha reclamado a las potencias nucleares que presenten una hoja de ruta «concreta» para lograr el desarme definitivo y ha emplazado al Gobierno central japonés a que trabaje para lograr una zona libre de bombas atómicas en Asia y ratifique el tratado de la ONU que las prohíbe, según la agencia de noticias Kiodo.
La sombra de ucrania
Taue ha mirado a Ucrania para advertir que las amenazas de Rusia demuestran que el potencial uso de las armas nucleates «no es un miedo infundado sino una crisis tangible», un temor que también ha hecho suyo el secretario general de la ONU, António Guterres.
«La invasión rusa sobre Ucrania nos recuerda que podemos estar, en cualquier momento, a sólo unos minutos de la posible aniquilación», ha afirmado Guterres, que la semana pasada se convirtió en el primer jefe de Naciones Unidas en visitar Hiroshima en más de una década.