Argentina pagó este martes casi 2.587 millones de dólares para cancelar vencimientos de su deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y las reservas internacionales del Banco Central cayeron a su nivel más bajo de los últimos 17 años. En medio de una elección presidencial tensa, que el país arrastra desde las primarias de agosto y que se definirá en una segunda vuelta el próximo 19 de noviembre, el Gobierno peronista canceló los vencimientos acumulados de octubre y tiene programado otro pago de unos 800 millones en intereses esta semana. El pago al FMI castiga las reservas del Banco Central, que han perforado el piso de los 22.000 millones de dólares, la cifra más baja desde 2006, cuando el entonces presidente Néstor Kirchner decidió cancelar de un solo pago otro préstamo del FMI para ahorrarse los intereses.
El Gobierno argentino ha cumplido con el pago de la misma manera que en los últimos meses: sobre la hora y rascando entre unas reservas diezmadas por la sequía que se ha comido 20.000 millones de dólares en exportaciones. En junio, sin liquidez, Argentina pagó por primera vez al FMI con yuanes de libre disponibilidad de su intercambio comercial con China, y destapó la crisis de falta de dólares que atraviesa el país. Argentina también ha cancelado sus deudas de los últimos meses en Derechos Especiales de Giro (DEGs), la llamada “moneda del FMI” por funcionar como un activo de reserva integrado por las principales divisas del mundo y préstamos de otros organismos multilaterales.
El Gobierno no ha aclarado cómo pagó estos últimos vencimientos, pero había anunciado antes de las elecciones que ampliaría el intercambio financiero con China por unos 6.500 millones de dólares. “Es una enorme noticia para el fortalecimiento de las reservas argentinas”, dijo entonces el ministro de Economía y candidato presidencial, Sergio Massa. “Esto permite, además, que nadie dude respecto de la capacidad de pago de los vencimientos de Argentina ante el FMI en los próximos dos meses”.
Massa había cerrado en agosto un desembolso de 7.500 millones de dólares que el organismo le otorgó a finales de ese mes. Argentina había incumplido los objetivos de acumulación de reservas y de reducción del déficit fiscal debido a una “sequía sin precedentes y a desviaciones de las políticas”, pero el Fondo votó a favor del nuevo paquete de ayuda para “salvaguardar la estabilidad y afianzar la sostenibilidad a medio plazo”. El desembolso llegó el 23 de agosto, 10 días después de las primarias en las que se impuso el ultra Javier Milei y la incertidumbre desencadenó una devaluación del 18%, mientras las divisas de mercados paralelos y los precios se disparaban.
El FMI concedió en 2018 a Argentina el mayor rescate de su historia. A pedido del entonces presidente Mauricio Macri, le entregó 44.000 millones de dólares un año antes de que terminara su Gobierno. La deuda marcó a su sucesor, el peronista Alberto Fernández, que renegoció los términos del acuerdo en 2022 tras el derrumbe de la actividad económica por la pandemia de covid-19 y el aumento del precio de los alimentos y la energía por la guerra de Ucrania.
Las condiciones se flexibilizaron a principios de este año, pero la gravedad de la sequía dinamitó una vez más los compromisos asumidos y la negociación con el FMI le costó a Fernández su legitimidad dentro de su propio Gabinete. Muchas voces amigas –incluida su vicepresidenta, Cristina Kirchner– le criticaron haber vuelto a la mesa con el multilateral y llevaron a su entonces ministro de Economía, Martín Guzmán, a la renuncia. Tras semanas de incertidumbre, Massa, que entonces presidía la Cámara de Diputados, asumió el ministerio como manera de conciliar la guerra en la alianza peronista. Fernández le concedió también la dirección de las carteras de Producción y Agricultura, y Massa tomó el mando del Gobierno en la práctica.
A finales de este mes, el ministro tendrá una nueva revisión del acuerdo con el FMI. Con las metas del año incumplidas y con fuertes críticas a la dependencia en el organismo durante la campaña, se reunirá con el directorio como presidente electo o como ministro derrotado que deberá iniciar una transición.