Los condenados trabajan todo el día, bajo un calor abrumador, alimentados gracias a las donaciones de comerciantes .
Bajar a los desaguaderos subterráneos y limpiar a fuerza de brazo las alcantarillas de Bangkok es la tarea ingrata confiada a algunos presos por las autoridades tailandesas.
La capital, situada a solo 1,5 metros sobre el nivel del mar, se inunda regularmente debido a las lluvias abundantes y la red de desagüe se desborda rápidamente.
Después de haber levantado las losas de cemento que recubren las tuberías, varias decenas de detenidos que llevan botas de protección y guantes gruesos, descienden y raspan la suciedad, llenando grandes recipientes de hierro con residuos apestosos.
«Es un trabajo demasiado duro y agotador», declaró un prisionero de 33 años, que no fue autorizado a dar su nombre, agregando, sin sorpresa, que el trabajo era «maloliente».