Pausa en préstamos de China a América Latina refleja cambio en Beijing

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Atrás quedaron los días de los pródigos préstamos soberanos de China a América Latina, al menos por ahora. Por segundo año consecutivo, en 2021 el Banco de Desarrollo de China (CDB, en inglés) y el Banco Exim de China (Exim) no emitieron nuevos préstamos a la región.

Así lo determina la última actualización de la Base de Datos de Finanzas China-América Latina de The Dialogue y la estadounidense Universidad de Boston.

Aunque la ausencia de nuevos préstamos coincide con el declive económico de la pandemia de covid-19, que hizo que el CDB y el Exim se centraran en los proyectos existentes en el extranjero y en apoyar el propio desarrollo de China, las cifras han disminuido año tras año desde que se emitieron 21 300 millones de dólares en 2015.

Hay un nuevo énfasis en la aversión al riesgo y la rentabilidad, según Margaret Myers, directora de la Iniciativa para Asia y América Latina de The Dialogue.

«Los continuos esfuerzos de China por alinear el compromiso con el exterior con los objetivos de crecimiento interno han llevado a centrarse en sectores específicos, a menudo de alta tecnología, que promueven su propia modernización industrial», afirma Myers. «Sus instituciones financieras intentan cada vez más identificar proyectos financiables y de ‘alta calidad’”.

El modelo anterior de préstamos respaldados por materias primas está tipificado por Venezuela, que ha tomado prestados 62 500 millones de dólares de instituciones financieras chinas desde 2005, alrededor de 45 % del total emitido a la región.

Sin embargo, su economía se desplomó en medio de los bajos precios de las materias primas y las sanciones de Estados Unidos, lo que provocó problemas políticos y de seguridad, y un replanteamiento estratégico para sus acreedores chinos.

La disminución de los acuerdos de Estado a Estado que caracterizó la etapa inicial de la asociación entre China y América Latina -y que dio resultados dispares- se corresponde con una creciente diversidad en cuanto a los actores financieros implicados.

Los bancos comerciales, incluido el brazo comercial del CDB, suelen conceder préstamos corporativos directamente a empresas chinas y latinoamericanas, mientras que los fondos de capital privado y las iniciativas de cofinanciación buscan y financian activamente oportunidades en la región.

A pesar de ello, no se puede descartar la concesión de futuros préstamos por parte de los bancos chinos a América Latina, y el congelamiento de los préstamos no debe confundirse con una falta de interés, según el informe.

Préstamos chinos en América Latina: sin trampas de la deuda

A medida que Venezuela acumulaba miles de millones de deuda china, proliferaban las acusaciones de que China estaba tendiendo una «trampa de la deuda», un medio de garantizar la dependencia económica y el suministro de petróleo al vincular la devolución de los préstamos a las ventas futuras.

Sin embargo, los dos últimos años han demostrado que tales acusaciones son erróneas, según Rebecca Ray, de la Universidad de Boston, coautora de la investigación.

«Ya hemos visto que la hipótesis de la ‘trampa de la deuda’ se ha refutado por completo en los últimos dos años, ya que China ha suspendido los pagos de la deuda en lugar de ejecutar los activos subyacentes a las deudas insostenibles», declaró Ray a Diálogo Chino.

Ray señala los procesos de renegociación de la deuda china en curso con Ecuador, Surinam y Argentina. Estos tres países tienen acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que obligan a renegociar la deuda con los acreedores extranjeros.

Aunque Venezuela no tiene un acuerdo con el FMI, es probable que también renegocie con China, que se ha mostrado indulgente al ofrecer períodos de gracia para el pago de los préstamos en más de una ocasión.

Sin embargo, estas son medidas a corto plazo y se necesitan acciones más amplias y a largo plazo, afirma Ray.

Pero además de la sostenibilidad de la deuda, los casos de Venezuela, Ecuador y Argentina -también grandes receptores de préstamos chinos para proyectos de combustibles fósiles y otras energías- han planteado dudas sobre la sostenibilidad medioambiental de la cartera de préstamos de China en América Latina.

La Iniciativa de la Franja y la Ruta, más ecológica

Este año, la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, en inglés), el nombre que engloba el desarrollo de infraestructuras en el extranjero respaldado por China, volvió a América Latina.

Argentina y Nicaragua se unieron a la emblemática estrategia de conectividad en febrero y enero, respectivamente, elevando a 21 el número de miembros latinoamericanos de la BRI.

Sin embargo, los países miembros pueden encontrar una nueva cautela entre las instituciones financieras chinas que apoyan la iniciativa. «El gobierno chino ha pedido a los bancos que desapalanquen sus riesgos crediticios, y eso no es exclusivo de América Latina», dijo a Diálogo Chino Yingzhi Tang, del Instituto Internacional de Finanzas Verdes, con sede en Beijing.

Estos no son los únicos riesgos que hay que tener en cuenta. «Se necesita una estrategia de gestión de riesgos medioambientales más profunda si el BRI va a seguir creciendo», afirma Ray.

Sinosure, la empresa estatal que ofrece seguros de impago y de riesgo político para el comercio exterior y las inversiones de China, se fija cada vez más en la estabilidad macroeconómica de los países anfitriones y exige perfiles de riesgo equilibrados para los proyectos, afirma Tang.

En particular, las directrices publicadas en enero de este año por los Ministerios de Comercio y de Ecología y Medio Ambiente de China ofrecen una orientación más clara a las empresas chinas sobre cómo gestionar el riesgo a lo largo de la BRI, y reconocen que las normas del país anfitrión pueden ser insuficientes.

El CDB, principal financiador de la BRI, también está elaborando sus propias directrices para la evaluación del impacto ambiental y social, afirma Tang.

Más que un plan detallado, la BRI se entiende mejor como un proceso de integración humana y de infraestructuras.

Su «ecologización» también es un proceso, afirma Tang. Consta de tres elementos: compromisos firmes y de primera línea sobre el cambio de la financiación de los proyectos «sucios» a los «limpios»; la apertura de los mercados de capitales de China para la emisión de bonos panda verdes, bonos verdes chinos denominados en renminbi, la moneda nacional; y evaluaciones de impacto ambiental más estrictas para todo el ciclo del proyecto, que vayan más allá del cumplimiento de las leyes locales y tengan en cuenta las mejores prácticas internacionales.

Exigir la sostenibilidad

La alineación de la BRI con los objetivos climáticos y de sostenibilidad ha sido determinada hasta ahora en gran medida por la demanda de los países miembro, hecho que suele pasarse por alto cuando se considera qué tan ecológica es la iniciativa, dice Tang. Los ministerios de finanzas de los países receptores y sus agencias de infraestructuras suelen determinar qué proyectos de la BRI reciben el visto bueno.

Christoph Nedopil, director del Green Finance & Development Center de la Universidad de Fudan, en Shanghai, coincide en que no se ha prestado suficiente atención a la demanda. Dice que existen mejores directrices, por ejemplo el sistema de semáforos para los proyectos de la BRI, y que hay que acelerar su aplicación.

«Es un arma de doble filo porque China no quiere decir a los demás en qué energía deben invertir. Los países receptores deben responsabilizarse del tipo de proyectos que quieren y de los que pueden permitirse», afirma. «No sirve de nada echarle la culpa a los demás. La responsabilidad es extremadamente importante», sentencia.

Este artículo se publicó originalmente en la plataforma informativa Diálogo Chino.

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