Con Donald Trump enfilando la Casa Blanca y el mundo en el umbral de una nueva era de incertidumbre, China ha apostado este viernes por lanzar un programa de hasta 10 billones de yuanes (casi 1,3 billones de euros) para canjear la llamada deuda oculta de los gobiernos locales. La medida, aprobada por el comité permanente de la Asamblea Nacional Popular (ANP, el legislativo chino) reunido esta semana, se queda lejos del gran paquete de estímulos fiscales que algunos analistas auguraban (los expertos financieros hablaban de un bazuca), lo que podría derivar en una respuesta fría de los mercados. Tras el anuncio, el yuan ha caído de forma abrupta.
El programa aprobado va dirigido a aligerar el inmenso problema de la deuda opaca acumulada por las entidades locales desde hace años, convertido en un riesgo sistémico en la segunda economía del planeta. Con las nuevas medidas, China eleva el techo de deuda de los gobiernos locales hasta los 35,52 billones de yuanes (unos 4,5 billones de euros), lo que les permitirá emitir seis billones de yuanes (unos 776.000 millones de euros) en bonos especiales adicionales durante tres años para canjear deuda oculta, ha explicado Xu Hongcai, vicepresidente del Comité Económico y Financiero de la APN, en una comparecencia este viernes. Adicionalmente, los gobiernos locales podrán utilizar otros 4 billones de yuanes (unos 517.000 millones de euros) en emisiones ya aprobadas para financiar los canjes de deuda, ha añadido el ministro de Finanzas chino, Lan Fo’an, en la misma comparecencia.
Buena parte de esta deuda que no figura en los balances está vinculada a los vehículos de financiación de los gobiernos locales, sociedades de inversión estatales creadas por las administraciones locales de China que han desempeñado un papel clave en el impulso del crecimiento económico financiando el desarrollo de infraestructuras, pero acumulando a la vez deudas en el camino. El problema lleva años creciendo.
China cifra el tamaño de esos pasivos ocultos de los gobiernos locales en 14,3 billones de yuanes (unos 1,85 billones de euros) y el objetivo del programa aprobado es reducirlo hasta los 2,3 billones de yuanes (cerca de 300.000 millones de euros), según el ministro de Finanzas. El Fondo Monetario Internacional aseguraba en un informe en 2023 que esa deuda se había inflado hasta alcanzar la cifra récord de 66 billones de yuanes (unos 8,5 millones de euros). El ministro Lan ha explicado que la situación complicada que atraviesan las arcas locales se debe a un contexto especialmente adverso este año: ha citado la “insuficiente demanda interna”, unos ingresos fiscales que “no han estado a la altura” y menores percepciones derivadas de las ventas de terrenos, “lo que ha dificultado a las administraciones locales la resolución de deudas ocultas”.
El mercado podría sentirse decepcionado al darse cuenta de que el anuncio de la ANP se centrará más en el saneamiento de la deuda mala que en el estímulo real, auguraban ya esta semana Alicia García Herrero y Jianwei Xu, analistas especializados en Asia de Natixis. “El impacto fiscal directo será mínimo, ya que la deuda total no cambiará debido a la reestructuración de la deuda. El beneficio indirecto vendrá del menor pago de intereses en el futuro y, por tanto, de la menor carga para los gobiernos locales”, explicaban los expertos del banco de inversión de origen francés.
Medidas de estímulo
El programa recién aprobado, cuya magnitud se acerca al PIB de España (1,5 billones en 2023), envía en cualquier caso una señal al mercado de que China sigue sacando herramientas para relanzar su economía. Esta sigue lastrada por el frenazo del sector del ladrillo, un consumo aletargado y una confianza que no remonta. A finales de septiembre, Pekín anunció un paquete de estímulos monetarios que insuflaron un punto de optimismo, y animaron una montaña rusa en los mercados bursátiles. Los últimos datos del mercado inmobiliario podrían indicar que las caídas en el sector de la vivienda comienzan a tocar fondo: en octubre, el volumen de ventas de viviendas nuevas aumentó un 0,9% interanual, según datos oficiales. Son las primeras cifras positivas tras 15 meses consecutivos de descensos.
El objetivo prioritario del liderazgo comunista es devolver la confianza al consumidor medio, a inversores y a empresarios de dentro y fuera del país. Y terminar alcanzando a final de año el objetivo de crecimiento de en torno al 5% que fijó el Ejecutivo chino en marzo. Los flojos datos del tercer trimestre complicaron el camino. El Producto Interno Bruto (PIB) del país aumentó un 4,6% interanual en el período de julio a septiembre, la cifra más baja de los últimos 18 meses.
Al reto de la economía interna se le suma ahora la imprevisible marejada trumpiana. El próximo presidente estadounidense ha prometido cerrar Estados Unidos a las exportaciones chinas, con aranceles del 60% a los productos de este país. Algunos analistas aseguran que China esperará a ver qué pasos da Trump antes de anunciar nuevas medidas económicas.
“En los próximos dos meses deben intensificarse los esfuerzos para alcanzar los objetivos de desarrollo económico y social de este año”, dijo la semana pasada el presidente chino, Xi Jinping, en un poco frecuente inciso sobre preocupaciones políticas inmediatas durante su discurso anual ante los líderes chinos en la Escuela Central del Partido Comunista. “Esto llamó la atención”, valoraban los analistas de Trivium China en un reciente boletín. “Xi reconoció lo que todo el mundo sabe. La economía china está de capa caída, y las autoridades están decididas a impulsar las políticas de apoyo para terminar el año con mejor pie”, añadían.