Adiós al pacifismo de Japón: ¿qué implicaciones tiene el nuevo plan de seguridad?

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Tokio se aleja de la doctrina pacifista impuesta tras la II Guerra Mundial y firma un histórico pacto de defensa con UK para desarrollar una nueva generación de aviones de combate.

El primer ministro británico, Rishi Sunak, y su homólogo japonés, Fumio Kishida, mantuvieron este pasado miércoles un encuentro bilateral en la emblemática Torre de Londres, donde tuvieron oportunidad de visitar la exposición de armaduras japonesas obsequiada por el país asiático en 1613 para marcar el primer pacto comercial anglo-nipón. La ceremonia se utilizó como preámbulo para la firma de un acuerdo histórico de Defensa que permitirá el envío de fuerzas británicas al país asiático y viceversa. Reino Unido se convierte así en la primera nación europea en tener un tratado de este tipo, ratificando el creciente interés que se ha marcado con el Indo-Pacífico tras abandonar la Unión Europea.

El foco de atención, no obstante, está realmente en la implicación que esto supone para Tokio. Durante los últimos años, el país del sol naciente se ha ido alejando de la doctrina pacifista impuesta en su Constitución tras la II Guerra Mundial en respuesta a las amenazas que representan los autócratas con sus (sangrientas) fantasías de conquista territorial. Y, poco a poco, comienza a definir en qué consiste su nueva estrategia.

De momento, el hecho de que la tercera economía global tenga planes de aumentar para 2027 el presupuesto de Defensa del 1 al 2% del PIB (objetivo de la OTAN) supone un contrapeso mucho más efectivo para China. El Gobierno de Japón es consciente de lo vulnerables que serían sus propias fronteras si Pekín acaba invadiendo Taiwán. Se convierte, por tanto, en un actor clave en el tablero geopolítico. Eso no pasa desapercibido a una nueva Global Britain post Brexit que quiere además sumar puntos en la región tras solicitar la adhesión al Acuerdo Integral para la Asociación Transpacífico (CPTPP) con la que, en última instancia, aspira a cerrar un acuerdo comercial con Estados Unidos.

 

Aparte del tratado de seguridad con esta potencia, que permite el estacionamiento de tropas norteamericanas en su territorio, Japón solo tenía hasta la fecha un acuerdo similar al firmado ahora en Londres con Australia. Pero, como parte de su nueva estrategia, el país nipón se ha asociado además a Reino Unido e Italia para desarrollar una nueva generación de aviones de combate para utilizarse en 2035.

 

Las aeronaves fusionarán el programa F-X japonés con el Anglo-Italian Tempest y estarán equipadas con armas hipersónicas, apoyadas por un enjambre de drones controlados por inteligencia artificial y pulsos electromagnéticos para desactivar el enemigo. Sus capacidades están siendo diseñadas para superar al Chengdu J-20 de China y, en general, para entrar en acción ante una posible invasión de Taiwán. Aunque también serían efectivos si Corea del Norte amenaza con una guerra nuclear.

 

Tokio había comprado hasta ahora los aviones a Estados Unidos. Sin embargo, ahora quiere satisfacer sus propias necesidades en evolución y, políticamente, para muchos especialistas en defensa japoneses, se trata también de una cuestión de soberanía nacional: no quieren que la tecnología estadounidense se esconda en una caja negra a la que no puedan tener acceso a los códigos.

Japón tiene ojos en muchos sitios

Reino Unido, en este sentido, se presenta como un socio más colaborativo, ya que existe un acuerdo previo de intercambio de inteligencia. Debido a que Tokio también tiene pactos de seguridad con Estados Unidos y Australia, existe ya un debate sobre si podría unirse próximamente al club de los Cinco Ojos. No son pocos los que plantean sus reticencias, por aquello de que el poderoso club de espías está basado en una alianza anglófila.

 

Sin embargo, Japón tiene ojos en partes de Siberia que la mayoría de los países no tienen. A medida que se derrita el permafrost, la región anteriormente congelada se convertirá en un factor aún más importante en las relaciones entre una Rusia en declive y una China nerviosamente asertiva.

La visita del primer ministro japonés el miércoles a Londres se enmarca dentro de la gira que ha realizado esta semana por los países del G7. Tokio ha asumido este enero la presidencia rotaria y el mandatario del país nipón quiere sumar apoyos de cara a la cumbre que se celebrará este mayo en Hiroshima, donde espera destacar los desafíos de seguridad en el este de Asia.

 

Aunque la amenaza más apremiante del G-7 sigue siendo la guerra en Ucrania, Kishida ve la cumbre de primavera en su ciudad natal como una oportunidad para abogar por el concepto de Japón de un «Indo-Pacífico libre y abierto». Se espera que argumente que China, al igual que Rusia, está tratando de cambiar unilateralmente el statu quo, y buscará un frente unido para lidiar con el desarrollo nuclear y de misiles de Corea del Norte.

Políticas agresivas… pero con cautela

¿Sayonara, por tanto, al pacifismo del país del sol? La Constitución de Japón, escrita bajo la ocupación de Estados Unidos tras la II Guerra Mundial y que entró en vigor en 1947 sin que se haya enmendado hasta ahora, prohíbe explícitamente al país en el artículo 9 ejercer cualquier acción militar si no es atacado, lo que le ha impedido tener peso estratégico a nivel internacional.

 

Desde el inicio del siglo XXI, se han llevado a cabo algunos pasos para lograr burlar legalmente este impedimento. Aunque la real conversión gradual comenzó con un controvertido cambio en 2014 a su Constitución para permitir una posible acción militar si un aliado fuera atacado.

 

Bajo el exprimer ministro Shinzo Abe, asesinado el año pasado, se creó un consejo de seguridad nacional y los votantes se dieron cuenta de la necesidad de tener un ejército que reflejara la realidad de vivir en un vecindario particularmente peligroso. La invasión de Ucrania, con sus implicaciones para un ataque chino a Taiwán, ha permitido que el nuevo premier Kishida continúe con las políticas agresivas de Abe con cautela.

 

Cuando los chinos realizaron ejercicios militares alrededor de Taiwán el año pasado, un misil balístico aterrizó en la zona económica exclusiva de Japón. Tokio está comprando ahora entre 400 y 500 misiles de crucero Tomahawk a Estados Unidos, cuyo alcance es de más de 1,600 kilómetros. Para facilitar la aceptación pública, la prensa japonesa los llama un «arma defensiva-ofensiva». Pero realmente nadie se deja engañar.

 

Si en 2015 la mayoría de los japoneses se mostraba contrario a una reforma constitucional e incluso hubo manifestaciones de protesta, ahora la mitad de la población es favorable. Según Alessio Patalano, profesor especializado en Asia en el King’s College de Londres, «algunos observadores ven específicamente la decisión de Tokio de priorizar el contraataque destinado a degradar la capacidad de un oponente para lanzar múltiples oleadas de misiles contra Japón como particularmente problemática en términos constitucionales». Pero considera que estas percepciones reflejan «un malentendido en la Constitución, confundiendo la naturaleza de la política de seguridad con los medios para lograrla».

«En Japón, el ‘potencial de guerra’ está más allá del alcance de la defensa nacional. Esto deja al gobierno de turno para aclarar cómo las capacidades se relacionan con esta noción«, asegura en una columna en el rotativo Nikkei donde analiza los tres documentos claves que el primer ministro nipón publicó el pasado mes de diciembre para dar a conocer su cambio de política de seguridad y el aumento del gasto en defensa más significativos de la era de la posguerra.

 

«La contestación militar y la competencia política y económica por la supervivencia, si no la afirmación, de regímenes autoritarios como los de Moscú, Beijing y Pyongyang, están definiendo la política internacional. Esto exige una respuesta integral en la que la configuración de la futura prosperidad económica y la garantía de un equilibrio militar estable sean dos caras de la misma moneda», continúa el experto.

Inteligencia, vigilancia y reconocimiento

Por primera vez, un documento de estrategia japonesa ha introducido la noción de «operaciones de disuasión flexibles» como primera línea de defensa. Ya sea para proteger las islas en alta mar, evitar enfrentamientos en el Estrecho de Taiwán o detener los ataques con misiles desde la península de Corea, la postura tiene como objetivo aumentar los costos de considerar cualquier acción de este tipo.

 

Esta es la razón por la cual la transformación de la estructura de mando militar de Japón, con el establecimiento de un cuartel general conjunto permanente, representa un paso crucialmente importante.

Junto con la promoción de una mayor integración aérea y marítima, tanto entre las diferentes agencias japonesas como con el Ejército de Estados Unidos, Tokio está traduciendo los esfuerzos existentes en capacidades de inteligencia, vigilancia y reconocimiento más sólidas y una capacidad mejorada para la selección de objetivos integrados.»Cuando se combinan con planes de contraataque para áreas específicas como misiles y capacidades cibernéticas, las opciones de Japón harán que sea más difícil para los oponentes usar la coerción«, asegura el experto.

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