TEPCO (Tokyo Electric Power Company Holdings), el operador de la paralizada planta de energía nuclear Fukushima Daiichi informó hoy viernes que comenzó a liberar al mar el quinto lote de agua tratada desde la mencionada planta nuclear, en medio de la oposición de China.Se descargarán 7.800 toneladas de agua hasta el 7 de mayo en la primera descarga del actual año fiscal, que comenzó este mes.
En el marco de este anuncio, publicamos la entrevista que ReporteAsia le realizó en este año en Tokio a Minami Kentaro, director de la División de Cooperación Nuclear Internacional de la cancillería japonesa.
La conversación -que tuvo lugar dentro del Ministerio de Relaciones Exteriores (MOFA)-, estuvo centrada en el plan de vertido de aguas tratadas que está realizando Japón -que se prolongará durante 30 años-, y las características del sistema ALPS (Advanced Liquid processing Liquid), que lleva los niveles de componentes radiactivos a medidas mínimas. También pudimos analizar los impactos internacionales que esta operación está generando, principalmente en China, que prohibió las importaciones de mariscos provenientes de Japón como una medida preventiva ante las descargas que se hacen desde Fukushima, desconociendo los reportes de la OIEA (Organización Internacional de Energía Atómica), que la propia China compone, que indican que todo lo realizado es seguro y no contaminante para el medio ambiente.
La sumatoria del terremoto de magnitud 9,1 y el devastador tsunami que sucedieron el 11 de marzo de 2011 en Japón -que dejó más de 22.000 muertos y desaparecidos-, conformó un escenario catastrófico que provocaría la fusión del núcleo de la central Fukushima Daiichi y generaría un accidente de nivel 7, el máximo dentro de la Escala Internacional de Accidentes Nucleares, siendo este el mismo rango que alcanzó en Rusia el accidente de Chernóbil de 1986.
Desde entonces, Japón se dedicó a llevar adelante los procesos que involucran el cierre y desmantelamiento definitivo de la planta. Esto implicó, centralmente, enfriar en forma continua el reactor dañado utilizando agua, que se almacena y se trata -in situ- en tanques especialmente preparados. TEPCO (Tokyo Electric Power Company), la empresa que gestiona estas operaciones, ha instalado aproximadamente 1.000 de estos tanques para contener alrededor de 1,3 millones de metros cúbicos de agua radiactiva (incluyendo agua subterránea o de lluvia que entra en contacto con material contaminado). Pero desde 2011, el volumen de agua almacenada ha aumentado constantemente y el espacio disponible se fue acercando a su capacidad máxima.
Si bien se han realizado mejoras para reducir significativamente la velocidad a la que se almacena agua contaminada, TEPCO concluyó que se necesitaba una solución de largo plazo para garantizar el desmantelamiento continuo y seguro del sitio. Fue así que en abril de 2021 el gobierno japonés emitió su Política Básica sobre este asunto, que comprende el tratamiento -a través del sistema ALPS-, de millones de toneladas de agua contaminada con radioisótopos para su posterior descarga al Océano Pacífico.
Al iniciar nuestra conversación, para Minami fue prioritario aclarar que la seguridad de esta operación “es la prioridad número 1 para Japón, ya que si los estándares de seguridad no se estuvieran cumpliendo, entonces los japoneses serían los primeros en sufrir las consecuencias de dicha negligencia, lo cual no tiene ninguna lógica”.
Este argumento parece irrefutable: no tendría sentido para el país nipón realizar un proceso de vertido de aguas irregular que termine, primero que nada, afectando a sus propios habitantes. Japón tiene la desdicha única de haber vivenciado en primera persona los horrores que produce la radiación en el organismo de los seres humanos, a partir de las bombas atómicas lanzadas sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki. Tuve la suerte de conocer la primera de estas ciudades y de recorrer el Museo Memorial de la Paz, donde pude aprender sobre el calvario que se vivió luego de ambas detonaciones, que se llevaron la vida de cientos de miles de personas y marcaron con sufrimiento y enfermedad a muchos sobrevivientes desde entonces. Es entendible que un país con este nivel de conciencia sobre los peligros de la radiación tome todos los recaudos necesarios para una operación como la que está realizando desde la accidentada planta nuclear.
Minami explica que “el vertido es seguro porque el agua está lo suficientemente purificada a través del sistema ALPS y luego diluida en agua salada antes de ser vertida al océano”.
“Para ese momento, la concentración de materiales radiactivos más allá del tritio se encuentra por debajo de las regulaciones estándares, inclusive por debajo de los niveles de la OMS para agua potable”, sostiene.
Además, como agrega el especialista, todo lo realizado por TEPCO y el Gobierno de Japón está en línea con la ley internacional y con las prácticas de este tipo de operaciones, que supervisa la OIEA.
Sobre ALPS, Minami destaca que se trata de un sistema de bombeo y filtración que utiliza una serie de reacciones químicas para eliminar 62 radionucleidos del agua contaminada: “Sin embargo, ALPS no puede eliminar el tritio completamente, ya que se trata de un isótopo de hidrógeno, y el agua que contiene tritio tiene características químicas casi idénticas a las del agua con hidrógeno común. Existen tecnologías que pueden recuperar el tritio cuando está altamente concentrado en pequeñas cantidades de agua. Pero, de hecho, el agua almacenada en la central nuclear de Fukushima Daiichi tiene una baja concentración de tritio en un gran volumen de agua, por lo que las tecnologías existentes no son aplicables. Esto no implica ninguna amenaza para la vida silvestre o humana”.
No tendría sentido para el país nipón realizar un proceso de vertido de aguas irregular que termine, primero que nada, afectando a sus propios habitantes
De hecho, la mayoría de las centrales nucleares de todo el mundo liberan al medio ambiente de forma rutinaria y segura agua tratada que contiene concentraciones bajas de tritio y otros radionucleidos, como parte de sus operaciones regulares. En sí, la operación que realiza adelante TEPCO en Fukushima Daiichi no difiere en ningún sentido de las descargas que realizan otras plantas nucleares en Corea del Sur, China, Rusia o Taiwán.
Según aclara Minami, “como norma de seguridad, las descargas se hacen a través de un tubo a solo un kilómetro desde la línea costera de Japón, y no en aguas internacionales. Esto permite monitorear en territorio japonés de manera más controlada el vertido y las potenciales consecuencias que pueda tener en el medio ambiente”.
Siguiendo estas regulaciones, tanto TEPCO como otras entidades internacionales, entre ellas la OIEA, regularmente colectan y analizan muestras de agua oceánica para estudiar sus impactos, “aunque no se ha encontrado ni un solo atisbo de contaminación, ya que el nivel de radiación del agua tratada con ALPS después de la dilución es menor a la dosis de radiactividad recibida en un solo examen de rayos X en una consulta odontológica”, señaló el especialista.
La participación de la OIEA como garantía internacional
A través de sus reportes, la OIEA confirma que los vertidos de aguas tratadas de la central nuclear de Fukushima son seguros, ya que los niveles de materiales radiactivos presentes en estas son menores a los requeridos para este tipo de operaciones.
Sin embargo, China pidió un control independiente del agua tratada de Fukushima. Y hace días nada más exigió a Japón que establezca un sistema de compensación por los posibles daños económicos derivados del vertido de aguas procedentes de la accidentada planta nuclear.
Pero la medida que más controversia generó tuvo lugar en agosto de 2023, cuando se aprobó el primer vertido de aguas tratadas al mar desde Fukushima y como reacción Beijing dictó la prohibición total de las importaciones de mariscos provenientes de Japón, ventas que en 2022 habían alcanzado un monto de 547 millones de dólares.
Se trató de una medida drástica e inesperada, que no fue fácil de digerir para los productores pesqueros japoneses, quienes temen que este tipo de accionar pueda generar ideas negativas sobre la seguridad de la industria alimenticia de Fukushima y promueva la difusión de noticias falsas que perjudiquen su reputación y la recuperación económica regional.
De hecho, Rusia siguió a China imponiendo su propio bloqueo a los mariscos japoneses y Corea del Sur reconfirmó por entonces una prohibición vigente desde 2013 que recae sobre las importaciones de productos pesqueros de ocho prefecturas japonesas: Aomori, Chiba, Fukushima, Gunma, Iwate, Ibaraki, Miyagi y Tochigi.
Asimismo, instituciones como Greenpeace sumaron críticas al vertido de aguas tratadas, y ONGs niponas como el Centro de Información Nuclear, reclamaron más información sobre los potenciales efectos a largo plazo del bombeo de aguas tratadas al Pacífico.
Con respecto a sus vecinos más cercanos, buscando aclarar todo tipo de controversia y para evitar la difusión de datos erróneos, Japón ha realizado 4 sesiones informativas con funcionarios de Corea del Sur, que originalmente mostró reticencia frente al vertido de aguas tratadas, aunque luego expresó su acuerdo aceptando la autoridad de la OIEA. De hecho, expertos surcoreanos visitaron Japón en mayo de 2023 para conocer más sobre los procesos involucrados en el vertido de aguas tratadas. También el gobierno japonés recibió de Rusia y China 3 cuestionarios enviados conjuntamente (en noviembre de 2022 y julio de 2023), que fueron respondidos.
Pero estos esfuerzos no fueron suficientes: a pesar del consenso científico respecto a que el plan de Japón no representa un riesgo para el medio ambiente, muchos surcoreanos no están convencidos de que los mariscos y pescados de ese país sean seguros, postura que quedó registrada en una encuesta reciente realizada por Consumers Korea, en la que el 92,4% de los encuestados dijeron que reducirían su consumo de productos del mar desde del inicio del vertido de aguas desde Fukushima.
Por su parte, en China continental se observó el crecimiento de un sentimiento antijaponés en redes sociales en simultáneo con las operaciones de descarga de agua realizadas en la Central. Y desde Taiwán también se publicaron encuestas que reflejaron la oposición de sus habitantes a las tareas que supervisa la OIEA.
Como una muestra más de esta distancia prudencial que tomó Beijing con su vecino, puede verse como el turismo chino no recupera en Japón los niveles que solía reflejar antes de la pandemia, a pesar que la cantidad de turistas extranjeros llegando al país nipón en 2024 muestra cifras récord.
Un apoyo que busca generar confianza
Ofreciéndole un apoyo visible a Japón ante los ojos del mundo, el pasado 12 de marzo el director general de la OIEA, Rafael Grossi, estuvo en ese país realizando varias reuniones de alto nivel con funcionarios locales. Además, inspeccionó el terreno de la central de Fukushima Daiichi, lo mismo que el sistema de depurado y vertido al mar del agua tratada que se almacena en las instalaciones atómicas. La OIEA ya realizó 5 visitas a Japón y publicó 6 reportes relacionados a Fukushima, siendo el último de ellos entregado por el argentino al primer ministro Kishida en abril de 2023.
Puede decirse que la situación, hacia adelante, muestra para Fukushima muchas posibilidades de recuperación. Esto porque, aunque alcanzó la misma magnitud que Chernobyl, ambos eventos fueron totalmente diferentes. Esto responde, según el Nuclear Energy Institute (NEI) a que en territorio japonés no se han producido emisiones de radiación a la atmósfera a niveles como los observados durante el accidente de Chernóbil, y a que las autoridades japonesas tomaron medidas tempranas para evacuar a la población, distribuyeron yoduro de potasio y restringieron el transporte y venta de alimentos de la región, a diferencia de lo que sucedió en Rusia.
La operación que realiza adelante TEPCO en Fukushima Daiichi no difiere en ningún sentido de las descargas que realizan otras plantas nucleares en Corea del Sur, China, Rusia o Taiwán.
Por ende, mientras que el accidente de Chernobyl dejó un radio de 30 kilómetros alrededor de la instalación que estará restringido para la vida humana en el largo plazo debido a la alta presencia de radiactividad, la NEI concluye que es poco probable que áreas importantes de tierra en Japón circundantes a Fukushima tengan efectos durante muchos años más.
En este marco, las preocupaciones de China y otros países en Asia oriental parecen tener intenciones que exceden lo meramente técnico, porque, como declara Minami: “Japón no está realizando el vertido de aguas tratadas de manera inconsulta. Se trata de una operación en la que están involucrados distintos organismos internacionales que sirven como veedores, organismos del gobierno japonés y la OIEA, la máxima rectora en los temas relativos a la energía nuclear en el mundo”.
Má aún, esta entidad conformó especialmente una Fuerza de Trabajo en 2021 bajo su autoridad directa, que le sirve como fuente primaria para las cuestiones técnicas y regulatorias vinculadas a este caso, que conforman especialistas de 11 países: Argentina, Australia, Canadá, Francia, las islas Marshall, la república de Corea, la Federación Rusa, el Reino Unidos, Estados Unidos, Vietnam, y de la propia China, lo cual es muy llamativo teniendo en cuenta las medidas comerciales, los pedidos y las declaraciones que desde Beijing se hacen con respecto a este tema.