Las tensiones políticas en Indonesia cristalizan ante la inminencia de las elecciones regionales

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El proceso de consolidación del poder de Joko Widodo por medios nepóticos genera un terremoto político e institucional que cuestiona la salud del sistema democrático en Indonesia. De este modo, las tensiones no resueltas encuentran en las elecciones regionales un espacio donde desarrollar sus complejos pulsos de poder.

Yakarta, la mayor urbe del archipiélago malayo, con sus dinámicas políticas propias, atrae con sus elecciones regionales la conflictividad entre los proyectos político-dinásticos en pugna. La coyuntura es la siguiente.

El presidente saliente, Joko Widodo “Jokowi” se halla inmerso en un proceso de afianzamiento del poder a través de la colocación de sus hijos en cargos clave de la vida política nacional. Para ello rompió con su propio partido, el PDI-P, y se alió Prabowo Subianto del Partido Gerindra, quien se convertirá en el nuevo presidente del país a cambio de aceptar –no sin controversia– al hijo de Widodo, Gibran Rakamubing, como vicepresidente.

Sin embargo, la fórmula Subianto-Widodo encontró en Yakarta a su mayor escollo: Anies Baswedan. Baswedan, islamista y perteneciente a la etnia betawi, encarna las principales corrientes políticas e identitarias de la megaurbe. Frente a esta tesitura, la estrategia a seguir desde presidencia ha sido la de formar un frente amplio con todas las fuerzas políticas del parlamento municipal tras la candidatura de Kaesong Pangarap –otro hijo de Widodo– y aislar al PDI-P, que se espera que apoyará a Baswedan.

El mencionado enfoque ha encontrado la oposición del Tribunal Constitucional, desde donde se ha remarcado que Kaesong no llega a la edad mínima para poder presentarse a gobernador de la capital y que cualquier formación política con un voto popular de al menos el 7,5% puede proponer una candidatura, rompiendo de este modo el pretendido cerco al PDI-P y a la posibilidad de una candidatura de Anies.

Contrariamente, las fuerzas pro-presidenciales han impulsado en el legislativo nacional una modificación de la Ley de Elecciones Regionales, por la cual solo se pueden presentar postulaciones en solitario si el partido cuenta con un 25% de los escaños en ese parlamento regional. Un requisito que el PDI-P incumple.

Además, se ha decidido ponderar el pronunciamiento de la Corte Suprema por encima del Constitucional en lo referente a la edad mínima para ocupar el cargo. Así, esta nueva interpretación de la ley dictamina que el candidato debe tener un mínimo de 30 años cuando juramente el cargo, medida que Kaesong, de 29 años, podría cumplir.

La crisis constitucional derivada de ello ha activado tanto al movimiento estudiantil prodemocracia como a su homólogo religioso, quienes han protagonizado fuertes protestas en las calles y las redes sociales. Delante del cuestionamiento de la calidad democrática del país, el Parlamento ha aprobado en un tiempo récord un nuevo ordenamiento que se halla de acorde con las sentencias del Tribunal Constitucional. Se apuesta de este modo por la aparente distensión de la coyuntura.

Esta apuesta por el relajamiento de las tensiones responde a dos necesidades estratégicas del binomio Subianto-Widodo. La primera es la exigencia de afianzar la figura de Prabowo en la Presidencia de la República, para lo cual, teniendo en cuenta el pasado autoritario de este sujeto, se ha de disipar la narrativa acerca del retroceso democrático. Seguidamente, frente a un contexto regional caracterizado por la creciente volatilidad, el mantenimiento del conflicto en las esferas elitistas resulta esencial para el mantenimiento de la estabilidad.

Y es en esta última dimensión en la que el litigio se está desarrollando en su máxima plenitud. Por un lado, Baswedan ha encontrado el apoyo del Tribunal del Distrito Sur de Yakarta, desde donde se emitieron recomendaciones avalando su solvencia financiera, sus derechos políticos y su falta de antecedentes criminales. Con este respaldo judicial se espera que en breves se efectúe una alianza con el PDI-P de Megawati Sukarnoputri.

El eventual emparejamiento entre Anies Baswedan y Megawati Sukarnoputri, pese a carecer de sustancia ideológica –el primero es islamista y la segunda socialdemócrata–, supone el establecimiento de un frente común opositor capaz de disputar la hegemonía a la asociación Subianto-Widodo. Con este contexto, los principales frentes electorales serán las provincias de Banten y Java Central, los históricos feudos de ambos líderes opositores.

No obstante, la apuesta del presidente saliente no se limita a la consolidación del poder mediante la familia, sino que trata de generar una estructura política propia. Su histórica falta de asentamiento en la política clientelar nacional lo empuja a tratar de absorber con su capital político a partidos cuyas narrativas se hallan agotadas. El candidato ideal para esta operación es el Golkar.

Antigua estructura partidaria del general Suharto, su caída les condenó a la ausencia de liderazgo y la dependencia de las redes clientelares en las provincias. En esta situación, Widodo ha utilizado sus conexiones para derribar a Airlangga Hartarto, antiguo presidente del Golkar, y sustituirlo por Bahlil Lahadalia, un amigo personal del mandatario indonesio. Con esta jugada, Jokowi se prepara para un escenario de creciente volatilidad política.

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