La China de Xi frente al serio dilema de política exterior que plantea la guerra en Ucrania

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Russian President Vladimir Putin attends a meeting with Chinese President Xi Jinping in Beijing, China February 4, 2022. Sputnik/Aleksey Druzhinin/Kremlin via REUTERS ATTENTION EDITORS - THIS IMAGE WAS PROVIDED BY A THIRD PARTY.

Para China, Rusia será, cada día que pasa, un peso más difícil (y costoso) de sostener.

No caben dudas que la invasión de Rusia a Ucrania ha puesto a China en una situación sumamente incómoda, planteando un dilema de política exterior que aún no logra resolver.

Desde el inicio de la guerra, China ha buscado mantener una posición independiente y neutral, tratando de balancear con diversas acciones para favorecer a ambas partes en disputa, algo que en la práctica ha sido muy difícil de plasmar.

En primer lugar, cabe destacar que hay claros indicios de que la invasión tomó por sorpresa a Beijing. Por un lado, la diplomacia china tardó en reaccionar al producirse el hecho y lo hizo primeramente con declaraciones muy ambiguas, que fue afinando con el correr de los días.

Por otra parte, el Gobierno chino recién aconsejó a sus ciudadanos abandonar Ucrania en la medianoche del 27 de febrero y los operativos debieron hacerse mayormente por tierra, con enormes obstáculos logísticos y de seguridad.

En el seno del PCCh prevalecía la hipótesis de que Rusia llevaría a cabo una incursión rápida y limitada al Donbass, similar a la operación para tomar Crimea en 2014. En ese escenario, China no sufriría mayores consecuencias. Por el contrario, hasta podría haberse beneficiado con un Vladimir Putin más fortalecido ante Occidente. Nada más alejado de esa previsión lo que finalmente acabó sucediendo.

Esta guerra encontró a China y a Rusia en uno de los mejores momentos históricos en materia de relaciones bilaterales, con una alianza recientemente revalidada en el marco de los JJ.OO. de Invierno de Beijing. Ambos países se hallaban como nunca antes alineados frente a EE.UU. Rusia es vital para el suministro energético y agroalimentario chino, mientras que la estrecha cooperación sino-rusa es la columna vertebral del desarrollo y la estabilidad de la estratégica región de Asia Central.

A partir de la guerra, China ha evitado condenar directamente las acciones de Rusia, incluso utilizando términos como “crisis” o “situación” para referirse a lo que está sucediendo en Ucrania. En esa línea, China ha sostenido su férrea oposición a las sanciones económicas unilaterales, por ser injustas y por acarrear otros severos problemas a escala global. Además, China ha mantenido su acusación a EE.UU. y la OTAN como causantes de esta crisis, por ignorar las legítimas preocupaciones de “seguridad colectiva” de Rusia.

Pero no caben dudas que todo esto ha sido insuficiente desde la óptica de Moscú, que especulaba con un involucramiento más directo de China, incluso en materia militar. Putin claramente falló en su cálculo.

Para balancear los postulados pro-rusos, China ha reivindicado desde el primer momento el principio de la integridad territorial de los Estados, explicitando que esto vale también para Ucrania. Ello, junto a un enfático llamado a las partes a negociar para encontrar una salida pacífica.

Como en otras ocasiones, China ha bregado por la vía multilateral para resolver este conflicto, de nuevo, en línea con sus principios históricos de política exterior. Asimismo, China está enviando ayuda humanitaria a Ucrania y adhirió al rechazo a los ataques a civiles, pidiendo el cese del fuego.

En paralelo, el presidente Xi Jinping ha abierto el diálogo directo con los principales líderes de Occidente, aunque sin abandonar la equidistancia y sin proponerse abiertamente como mediador, como de hecho muchos países le han reclamado, por su relación especial con Rusia.

Otras señales más sutiles han sido las decisiones de algunos bancos y empresas chinas de suspender operaciones con contrapartes rusas, algo que también ha sido sumamente decepcionante para Putin.Para China, Rusia será cada día que pasa un peso más difícil de sostener, con numerosas consecuencias indeseadas, como ser el empeoramiento de las relaciones con EE.UU. y el congelamiento de las negociaciones económicas con la Unión Europea (UE). Esto último es lo que sucedió la semana pasada, en lo que fue una tensa y frustrante cumbre entre China y la UE, donde Ucrania fue el tema excluyente.

Por otra parte, esta guerra sin salida clara plantea serias preocupaciones a China en materia del impacto para los precios internacionales y las cadenas de suministro. Sobre todo, en lo que respecta a la seguridad alimentaria, ya de por sí condicionada por la estricta política de “Covid 0” de China. A eso hay que sumar la amenaza de nuevas sanciones económicas por parte de EE.UU., que apuntan a insumos tecnológicos críticos para China. Y todo esto sin considerar un posible escenario aún peor, que sería un conflicto que involucre directamente a la OTAN.

En suma, el trigo o el gas que de ahora en más podría llegar a precios preferenciales desde Rusia, no compensaría el impacto demoledor que podría tener una nueva oleada de sanciones sobre empresas chinas, desde EE.UU. y sus aliados. Es algo que China no quiere ni puede soportar. Sobre todo, en este año políticamente tan sensible para Xi, donde se juega una inédita re-reelección en octubre.

Varias preguntas surgen a partir de este escenario: ¿es posible para China seguir sosteniendo esta postura ambivalente en el tiempo, frente a las crecientes presiones diplomáticas y amenazas económicas desde Occidente? ¿Y a qué costo para su vulnerable economía y para su narrativa pacifista en materia de política exterior? Por otro lado, ¿esta guerra acercará aún más o más bien alejará a China de Rusia?

A priori, todo indica que China no tiene el más mínimo interés de hundirse junto a Putin en su fallida invasión de Ucrania. Los costos son infinitamente mayores que los marginales beneficios de tener a una Rusia más dependiente económicamente tras la guerra, que nadie sabe cuándo terminará. Apostar a ello sería un verdadero suicidio político, ya que pondría en serio riesgo la economía y las relaciones internacionales de China. Xi lo tiene bien claro.

Pero tampoco esperemos una China que le suelte la mano tan fácil a Rusia, ni mucho menos que resigne principios históricos de su política exterior para congraciarse con las posturas de Occidente. Lo más probable es que China siga tratando de sostener una posición autónoma en este conflicto mientras le sea posible, más allá de lo que esperen de ella tanto Rusia como EE.UU. o la OTAN.

 

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