Japón después de Kishida

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El 14 de agosto, el primer ministro japonés, Fumio Kishida, anunció que renunciaría como líder del gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) en septiembre. Poco después, el PLD elegirá al sustituto de Kishida, quien ocupará el cargo de primer ministro, dado que la coalición liderada por el PLD controla la Dieta (la cámara baja del parlamento). Es probable que entonces el nuevo gobierno convoque elecciones anticipadas, con la esperanza de que el “efecto luna de miel” le ayude a aumentar su mayoría. Lo que el PLD debe determinar ahora es cuál de sus miembros tiene la reputación ante el público y dentro del partido para liderar el camino hacia la victoria.

Vale la pena considerar, en primer lugar, por qué Kishida renuncia. Si bien los medios recibieron la decisión como una sorpresa, no es para nada incomprensible. Al igual que el presidente estadounidense Joe Biden, quien se retiró de la carrera presidencial estadounidense el mes pasado, Kishida tiene un índice de aprobación muy bajo, por debajo del 30% desde noviembre pasado, debido sobre todo a un escándalo de financiación política.

Fue en noviembre cuando se supo que las principales facciones del PLD no habían informado correctamente de los fondos que recibían de la venta de entradas a los partidos de recaudación de fondos. Los miembros del PLD que vendieron más entradas de las que les correspondían recibieron el excedente como sobornos. Tales sobornos fueron particularmente generalizados en la facción Abe del PLD. (El difunto primer ministro Abe Shinzō no permitió la práctica mientras estaba en el cargo, pero luego se restableció). Muchos políticos poderosos cayeron en desgracia.

Hay que reconocerle a Kishida que no estuvo involucrado en el escándalo. Además, respondió admirablemente, pidiendo la disolución de las facciones del PLD y disolviendo la suya primero. Otras siguieron su ejemplo, con la notable excepción de la facción Asō, liderada por el ex primer ministro Asō Tarō. Sin embargo, a medida que el índice de aprobación del PLD se desplomaba, también lo hacía el de Kishida.

Los primeros ministros japoneses con índices de aprobación por debajo del 30% siempre han renunciado a la dirección del partido o han terminado llevando a sus partidos a la derrota electoral. Kishida probablemente no quería correr el riesgo de una desgracia así, sobre todo porque, al igual que Biden, ya ha acumulado una serie de logros de los que puede estar orgulloso.

Kishida no dudó en sumarse a los aliados occidentales de Japón para sancionar severamente a Rusia después de su invasión a gran escala de Ucrania en 2022. Además, en un momento de crecientes amenazas a la seguridad regional (especialmente de China) y una incertidumbre cada vez mayor sobre la voluntad de Estados Unidos de proteger a Japón en el largo plazo (en particular si Donald Trump gana las elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre), Kishida tomó medidas para garantizar que Japón pueda asumir la responsabilidad de su propia seguridad. En 2022, el gobierno de Japón anunció planes para duplicar el gasto en defensa en cinco años y adquirir la capacidad de atacar bases enemigas.

En el frente económico, Kishida presentó un plan para ampliar los subsidios y las devoluciones impositivas de suma global para ayudar a las familias con niños. En términos más generales, ayudó a sacar a la economía japonesa del estancamiento. Bajo su liderazgo, la inflación cero y la caída de los salarios reales dieron paso a una inflación del 2% y un crecimiento positivo de los salarios reales.

Sin duda, este proceso comenzó con Abe, cuya estrategia de política económica, conocida como Abenomics, rompió la deflación. Pero ni siquiera una política monetaria ultraflexible, supervisada por el exgobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, pudo lograr que la inflación se mantuviera en el objetivo del 2% de manera sostenible.

Para lograrlo se necesitaron algunos shocks: en 2022-23, una combinación de interrupciones en la cadena de suministro, un aumento repentino de los precios de la energía y la depreciación del yen llevaron la inflación al 4%, rompiendo las expectativas de inflación persistentemente bajas. Pero también requirió liderazgo: Kishida trabajó duro para persuadir a las empresas para que ofrecieran importantes aumentos salariales en la “ofensiva de primavera” (temporada de aumentos salariales) de 2024. El aumento salarial promedio, de más del 5%, fue el mayor desde 1991.

Más allá de sus logros políticos y económicos, Kishida ya ha sobrevivido a otros primeros ministros del PLD que, como él, pertenecían a la facción liberal del partido, conocida como Kōchikai. Masayoshi Ōhira y Kiichi Miyazawa estuvieron en el cargo menos de tres años cada uno. Dado su aparente respeto por estos primeros ministros (por ejemplo, la Visión de Kishida para una Nación Digital de Ciudades Jardín tiene raíces en la “iniciativa nacional de ciudades jardín” de Ōhira), es probable que Kishida esté orgulloso de haber permanecido en el cargo durante más tiempo.

Los medios japoneses sugieren que 11 miembros del PLD se están preparando para competir por el puesto de Kishida, pero algunos se destacan. Takayuki Kobayashi, quien anunció su candidatura apenas unos días después de que Kishida anunciara que no se presentaría a la reelección, es un ex burócrata conservador del Ministerio de Finanzas, lo que significa que probablemente le daría una alta prioridad a la disciplina fiscal. Con apenas 49 años, podría resultar atractivo para un PLD que está ansioso por escapar de la sombra del escándalo de recaudación de fondos y la política de poder que caracterizaba a la antigua estructura de facciones.

Otro candidato joven es Shinjirō Koizumi, de 43 años, quien se desempeñó como ministro de Medio Ambiente en los gabinetes de Abe y Suga. El hijo del ex primer ministro Junichiro Ko izumi –que gozó de un alto índice de aprobación por su colorido lenguaje y su éxito en el cumplimiento de sus promesas (la más notable, la privatización de Japan Post)– es muy conocido y popular entre el público en general, que espera que haga hincapié en la educación y las políticas orientadas a la familia. Una encuesta reciente de Nikkei coloca a Koizumi a la cabeza del grupo.

Otros candidatos son considerablemente mayores. Se podría esperar que el exministro de Asuntos Exteriores Kono Taro, de 61 años, impulse importantes reformas estructurales, aunque tendrá que conseguir el apoyo de Asō para tener una oportunidad. Shigeru Ishiba, de 67 años, un experto en defensa conservador, no sorprendió a nadie cuando anunció su candidatura, ya que se ha presentado cuatro veces antes. (En 2012, ganó la primera vuelta, pero perdió ante Abe en la segunda.) Otros dos candidatos –la ministra de Asuntos Exteriores, Yōko Kamikawa, de 71 años, y Yoshimasa Hayashi, de 63– son miembros de la facción ahora disuelta de Kishida. Ahora que ha dimitido, Kishida podría actuar como una especie de hacedor de reyes en el PLD. En cualquier caso, varios contendientes competirán por su apoyo.

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