Indonesia, la mayor economía del Sudeste Asiático, finaliza 2022 con unas expectativas prometedoras, según los analistas. Además de ser la anfitriona de la cumbre del G20 este año, Yakarta puede presumir de entre un 4,7 % y un 5,5 % de crecimiento del PIB, de acuerdo al Banco de Indonesia (BI), mientras el mundo se encuentra en medio de la crisis causada por el coronavirus y la guerra en Ucrania.
Indonesia sorprendió en el tercer cuatrimestre con un 5,72 % de crecimiento interanual, que se ralentizó tirando a finales de año. En cuanto a 2023, Indonesia espera un 4,5-5,3 %, mientras que el Banco Mundial vaticina un 5 %. Estas cifras son considerables, incluso para la región asiática, si se comparan con China (2,8 %), por ejemplo. Asimismo, el Banco Asiático de Desarrollo manifestó en un informe en septiembre que considera que la economía indonesia se mantiene bastante bien, considerando la situación internacional.
Además, remarcó el fuerte consumo interno como clave para compensar el bajo gasto público. Aun así, el Banco ve la inflación propulsada por el incremento de precios a las materias primas como una amenaza al crecimiento indonesio a tener en cuenta. Según sus datos, la inflación será de un 4,6 % (un aumento en comparación con 1,6 % en 2021). Por otro lado, hay los que creen que el shock inicial que la invasión de Ucrania causó en el mercado de carburantes y alimentos se irá estabilizando con el paso del tiempo, mientras nuevos productores rellenan la falta de oferta.
La rupia indonesia se encuentra entre las monedas con mejor rendimiento de Asia, resistiendo la presión inflacionaria, mientras que el yen japonés y el yuan chino cayeron en picado durante los tres primeros trimestres. Según ‘Reuters’, esto se debe a la política agresiva del BI, que incrementó recientemente las tasas de interés, y la menor dependencia de Yakarta de la demanda internacional. Indonesia tiene un gran mercado interno, que le permite suavizar los efectos de la política «cero covid» en China y el belicoso ánimo de la Reserva Federal.
Para acompañar las buenas expectativas con un crecimiento fundamental, Indonesia sigue promoviendo estrategias para recuperarse del severo impacto que tuvo la COVID-19 en 2020. Uno de los sectores que más sufrió la pandemia fue el turismo, algo que sintieron en su propia piel muchos destinos exóticos de la región como Bali, Tailandia o Sri Lanka. Durante la cumbre del G20, el ministro de Turismo indonesio anunció que el Gobierno pretende crear 1,1 millones de puestos de trabajo en el sector turístico por todo el país. Ahora que las restricciones están siendo levantadas por todo el mundo, Yakarta piensa aprovechar su atractiva naturaleza para atraer visitantes e inversiones.
Una de las consecuencias de esta tendencia es la creciente demanda de níquel. Además, la preocupación por las posibles sanciones contra el principal productor de níquel ruso, el Norilsk Níquel, empujó el precio hacia arriba. Indonesia es el líder mundial en su extracción. En 2020, el Gobierno de Jokowi prohibió la exportación de níquel crudo. Así piensa Yakarta usar su hegemonía en el mercado de este valioso metal para atraer empresas extranjeras a que produzcan las baterías en Indonesia y no fuera, permitiéndole recibir una mayor parte del valor añadido de la venta de las baterías.
En mayo, se supo que Tesla, la famosa fabricante de automóviles de Elon Musk, expresó su interés por construir una fábrica y un almacén de baterías en la isla de Java, ahora que su principal proveedor en Nueva Caledonia recortó su producción. La posición es especialmente estratégica debido a su vecindad con fuentes de energía geotérmica que podrían abaratar los gastos de la empresa en electricidad. Jokowi invitó además a la surcoreana LG, la taiwanesa Foxconn y la americana Ford a invertir en Indonesia, específicamente en el Polígono Industrial de Batang, que está siendo construido para alojar la producción de baterías.
Viendo el éxito de los carteles petroleros como la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), Indonesia piensa crear un sistema similar para poder dictar los precios del níquel. Durante la cumbre del G20, Jokowi intentó cortejar a Canadá, quinta en el mundo en extracción. Aun así, proseguir con este ambicioso plan será harto complicado, debido a las divergencias de intereses entre los países exportadores: Filipinas, Rusia, China y Nueva Caledonia (bajo administración francesa).
Además, a diferencia de los países de los miembros de la OPEP (como Arabia Saudí o Venezuela), donde el mercado yace casi exclusivamente en las manos del Estado, las minas de níquel en Indonesia están dominadas por empresas extranjeras, principalmente chinas (como Tsingshan), lo que impide implementar políticas estatales proteccionistas.
Por último, Argentina, Bolivia y Chile ya intentaron emular la OPEP con el litio, otro elemento clave de las baterías, sin especial éxito.