El sueño de una patria de adversarios

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El sueño de una patria de adversarios
Excepto en el fútbol, los sectarismos aburren y expresan limitaciones mentales

Soy católico y peronista, mis convicciones jamás definieron mis afectos y ni siquiera conforman la mayoría de mi universo, por el contrario, quizás me atraigan en exceso aquellos que transitan otros mundos de verdades. Los sectarios me aburren porque -salvo en el fútbol- en la religión y en la política sólo expresan limitaciones mentales. Ni tengo en cuenta esta modernidad “del género” pues más allá de Cristóbal Colón me suelen aburrir los descubridores de nuevas tierras que hace siglos ya fueron conquistadas.

Mi fe religiosa y mis convicciones políticas son lo suficientemente amplias como para no soportar la agresión de todo enano que se concibe a sí mismo superior sólo por pertenecer a un fanatismo agresivo y clausurado. Plaga de fascistas que se llenan la boca con el “anti fascismo”, aristocracia del dinero convencida de ser superior por haberse inventado sus mundos privados, sus barrios seguros custodiados por expertos donde guardan la magnitud de sus riquezas materiales para ocultar la atroz pobreza de sus espíritus.

Nací en otro mundo, en una patria de hermanos donde el otro era respetado siempre. La vida me regaló ser diputado cuando el abrazo de los adversarios los convertía en amigos. Era un mundo donde los ricos no eran tan ricos y en consecuencia los pobres no eran tan pobres. Todo el liberalismo de mercado es un intento grotesco de explicar que las privatizaciones de los servicios públicos y los saqueos de las tarifas son una casualidad que nada incide en la deuda y la miseria que siguen sembrando. La izquierda miente cuando dice treinta mil, fueron diez mil; la derecha miente cuando dice setenta años, es su viejo problema con la democracia ya que imaginan que el mal está en el derecho al voto. Son cuarenta y cinco años de generar miseria, primero con la dictadura y luego con Menem, tiempos donde el actual presidente acompañaba al ministro destructor Domingo Cavallo. Los Kirchner jamás fueron ni el peronismo, ni los derechos humanos ni mucho menos la izquierda o el progresismo como se quieren ahora auto consolar. El último Perón fue el del abrazo por eso, tomar la historia en otro pasado es sólo un intento de deformarla. La guerrilla y el golpe son las dos formas de la traición. La política está hoy ausente, expresa esa patria donde cada quien vive sus convicciones mereciendo por ello el respeto del resto de sus congéneres.

El anti liberalismo, el anti peronismo y esta nueva horrenda modernidad del anti Papa son variantes degradadas de una patria que supo convivir con diferencias hasta que la matanza y el saqueo, los desaparecidos y las privatizaciones, la terminaron por convertir en un espacio difícil de habitar. Pareciera que el nuevo poder surgido del saqueo del Estado es quien define las ideas respetables del presente, siendo en rigor la confrontación entre ambos herederos, los del golpe y los de la guerrilla, la que impide nuevamente habitar una patria de hermanos.

El ataque de los medios a Formosa, para los mayores de edad como es mi caso, repite versiones que anunciaban golpes contra la misma democracia. Se me ocurrió una pulseada entre el poder mediático y el poder político, como si los votantes fueran menos importantes que las elegantes opiniones de los educados habitantes porteños. No atacan Santa Cruz cuya realidad es mucho más grave, esos tienen capacidad defensiva y ofensiva, cosa de la que Formosa carece. Aclaro que me enfrenté y mucho con Gildo Insfrán, hasta viaje a participar de una campaña política en su contra, pero defiendo a la Suprema Corte agredida por el gobierno y a Formosa agredida por los medios. Cada “barra brava” pide desmesuras desde su tribuna. Son dos extremos que no me expresan, dos fanatismos que intentan probar el poder de la parte sobre el todo, sobre la misma democracia. Con solo cambiar el canal uno puede encontrar un grupo de periodistas que intenta meter presa a Cristina u otro que avanza con la cárcel de Macri. Imaginar que uno expresa el bien y el otro el mal implica tan solo involucrarse en la demencia imperante. Las complicidades se impusieron al patriotismo.

Y hablando de demencia, el intento de reivindicar el peronismo desde el seno del PRO expresa un grado de perversión excesivamente sofisticado. La idea de recuperar las virtudes de una causa desde el campo enemigo define en exceso la etapa. Intentan participar de una guerra cambiando de bando sin cambiar de uniforme. La política supo habitar el espacio de los sueños y los imposibles y como todo lo humano, también la otra cara de la virtud que es la traición. En eso estamos.

Los anti Papa parecieran disfrutar su triunfo, la persona más importante de nuestra historia habrá sido impedida por el temor de los nuevos ricos de que los dioses no sean propicios a sus saqueos. Las creencias de los humildes molestan sus culposas conciencias. Temen que el creyente se convierta en un mal consumidor, más de eso no vuela su abúlica omnipotencia. Intentan condenar aquello que el dinero no pueda manejar. Adoradores del “becerro de oro”, mercaderes temerosos de ser expulsados del templo. Como decía el Maestro Tejada Gómez, “tiene un perro, una amante y un psicoanalista que le amansa la muerte dos veces por semana”.

Sueño recuperar una patria de adversarios que se respeten, donde nadie confunda los odios con las propuestas, para eso necesitamos salir de las burocracias reiterativas, de los grandes poderes de los negocios, de los traidores seriales y volver al mundo de las ideas. Mientras no recuperemos el valor de los sueños seguiremos obligados a habitar el submundo de las pesadillas.

Por Julio Bárbaro

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