China atraviesa desde 2020 una ya larga etapa de debilidad económica y todos los ojos están puestos en cómo evolucionará en los próximos años la segunda potencia del mundo. Hay poco lugar para el optimismo, porque el gigante asiático no ha experimentado la recuperación que se esperaba tras el fin de las restricciones de la política Covid cero. Y a ello se suman cinco factores que amenazan con ahondar la crisis en los próximos años.
Se identifican con la profunda crisis del sector inmobiliario; el potente control e intervencionismo por parte del Estado a las empresas, sobre todo tecnológicas; una población cada vez más envejecida y las tensiones que vuelven a surgir en el comercio internacional. Todo lo anterior contribuye a un quinto factor, que engloba a los anteriores, resumido en la ya crónica desaceleración que el PIB sufre. Esta última imposibilita que China se mantenga a la cabeza de las economías emergentes por crecimiento, un puesto que le correspondió indiscutiblemente en los años en que avanzaba a tasas del 10%.
Desaceleración crónica
Los datos económicos siguen decepcionando y la tan ansiada recuperación postpandémica se queda ahí, en el ansia. En un principio parecía que se veía la luz al final del túnel. El fin de las restricciones y el comienzo de la actividad impulsó el PIB de manera muy potente: la economía china pasó de expandirse un 2,2% en 2020 a cerrar 2021 en el 8,4%. En un principio la cosa iba bien hasta que en 2022 el PIB se desplomó al 3%. El crecimiento perdió su fuelle y todavía no lo ha recuperado. Es cierto que en 2023 el comportamiento del PIB fue mejor de lo esperado, cerrando el año en el 5,2%, por encima del 5% que pronosticaban los organismos internacionales, el mercado y el propio Gobierno.
Pero, aunque mejoró, el crecimiento de China está muy lejos de arrojar las cifras que daba hace dos décadas. A comienzos de los años 2000, la economía crecía un ritmo superior al 10% anual, mientras que en el último lustro la media se quedó en el 5,2%.
La caída de las exportaciones, la contracción de la actividad en el sector manufacturero y el pobre desempeño del sector servicios son algunos de los elementos que arrastraron a la economía china durante el año 2023.
A pesar de que el Gobierno anunció recientemente medidas de estímulo al crédito para hogares y empresas, las primeras de una campaña que se espera que sea moderada por parte del Gobierno para apuntalar el crecimiento del país, existen varios lastres estructurales que están trayendo de cabeza a la administración de Xi Jinping y que abocan a que la segunda potencia económica mundial trabaje a medio gas, al menos, durante los próximos años.
Problemas en el ‘ladrillo’
El inmobiliario chino es un paciente en cuidados paliativos. A pesar de que Pekín dio la orden a la banca de que siguiesen prestando dinero a las grandes promotoras, la situación no consigue remontar. Este es un sector que representa alrededor del 12% del PIB.
El inicio de 2023 parecía prometedor. Después de un año en declive, las ventas de vivienda nueva crecieron un 3,5% interanual hasta los 201.000 millones de euros, según los datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONE), el primer crecimiento positivo que arrojaba el sector desde 2021.
Pero tras cubrir la demanda acumulada que se dio tras la pandemia, las ventas volvieron a entrar en el terreno del descenso. Esto llevó a que la administración de Xi Jinping decidiese aplicar políticas de estímulo en el imobiliario. Por un lado, alentando a los promotores a completar las viviendas que estaban ya empezadas y a comprar terrenos para empezar proyectos nuevos. Por otro lado, algunas ciudades aliviaron las restricciones para comprar vivienda. Los bancos también redujeron las tasas de interés hipotecarias para nuevos prestatarios en junio, recortando la tasa de referencia en 10 puntos básicos hasta el 4,2%.
Todo esto ayudó a recuperar las ventas de vivienda nueva en septiembre a 89,6 millones de metros cuadrados, frente a los 61,9 millones de metros cuadrados del mes anterior, según muestran los datos del ONE. Sin embargo, el efecto duró poco y la tendencia a la baja se reanudó en octubre, tradicionalmente temporada alta, con unas ventas que cayeron hasta los 66,2 millones de metros cuadrados. En noviembre la cifra volvió a descender hasta los 65,8 millones de metros cuadrados.
Esta caída de las ventas provocó una crisis de liquidez en los principales promotores inmobiliarios, hasta el punto que dos grandes de la construcción, Evergrande y Country Garden, entraron en default.
Empresas vigiladas
El actual Gobierno de China funciona bajo lo que se denomina «la era Xi Jinping». El mandatario está volviendo al maoísmo más puritano y eso implica reforzar el intervencionismo del Estado. El Politburó está legislando para establecer un control férreo de sectores clave como la tecnología. De hecho, el mejor ejemplo es la enorme multa que impusieron en 2021 a Alibaba de 2.300 millones de euros por «violación de las normas antimonopolio».
Muchos expertos indican que con Xi Jinping a la cabeza del Gobierno, nada ni nadie puede ser más poderoso en la vida de los chinos que el Partido Comunista. Esto fue en 2021 pero, recientemente, los legisladores hicieron varias reformas para reforzar la supervisión y el control de las plataformas de pago online como Alipay o WeChatPay y también anunciaron en la última reunión del partido que van a luchar «con mano dura» contra la corrupción empresarial. Todo esto ha generado una enorme tensión en el mundo empresarial del gigante asiático y vuelve muy escépticos a los inversores extranjeros, que se plantean no entrar en China por este fuerte control.
La versión oficial de esta deriva intervencionista es que es para dotar a esos sectores clave más competitividad y estabilidad en el largo plazo. En cambio, el consultor de negocios en China, Julio Ceballos, aseguró a elEconomista.es que «como ha puesto de manifiesto la Cámara de Comercio Europea (EuCham) en China en su último Position Paper 2023/2024, la opacidad en las medidas para luchar contra la corrupción puede generar incertidumbre entre los inversores extranjeros pues impactan en la predecibilidad y la estabilidad del ambiente de negocios, que son dos factores clave para generar confianza entre el empresariado internacional y promocionar China como destino de inversión».
El experto recalcó que la EuCham advierte que, si las medidas de intervención gubernamental o de lucha contra la corrupción no vienen acompañadas de una comunicación transparente, explicaciones claras o si no se ejecutan de manera consistente, «se añade volatilidad al clima de negocios y se limita la autonomía de las empresas para tomar decisiones estratégicas de manera independiente».
Ahora mismo, además de los sectores tecnológicos estratégicos, Xi Jinping anunció recientemente que va a poner el foco y actuar «sin piedad» contra la corrupción en el sector financiero, el farmacéutico y de atención sanitaria, el energético, las infraestructuras, las empresas estatales y el tabaco. Al mismo tiempo, también pondrán la lupa sobre las licitaciones para megaproyectos de infraestructuras públicas.
Pero ya en el mes de octubre, cuando estalló la investigación de Evergrande, el dirigente aseguró que el país «está listo para soportar un crecimiento más lento como resultado de la desaceleración del sector inmobiliario, pero todas las investigaciones tienen que llevarse hasta el final», aseveró. Esto da a entender que a Xi Jinping no le importa que la inversión extranjera se retraiga con tal de controlar a los poderes económicos y que no actúen a espaldas del Partido Comunista y del Gobierno.
Pérdida de mano de obra
China está perdiendo población a marchas forzadas. Por primera vez en mucho tiempo hay más defunciones que nacimientos. En 2023 la población del gigante asiático volvió a caer por segundo año consecutivo, ya que su tasa de natalidad alcanzó un nuevo mínimo, según los últimos datos de Oficina Nacional de Estadística.
La parte continental de China tenía 1.410 millones de habitantes a finales del año pasado, 2,08 millones menos que en 2022, cuando registró su primera caída demográfica en 60 años. Un total de 9,02 millones de bebés nacieron en la parte continental en 2023, con una tasa de natalidad de 6,39 por cada 1.000 personas. Ambas cifras batieron récords de 2022, cuando fueron las más bajas desde la fundación de la República Popular China en 1949.
También hubo 11,1 millones de muertes en el continente el año pasado, lo que equivale a una tasa de mortalidad de 7,87 por cada 1.000 personas. La tasa natural de crecimiento de la población (la brecha entre la tasa de natalidad y la tasa de mortalidad) fue de -1,48 por cada 1.000 personas. Un dato que pone a Pekín muy en alerta.
El problema con esto es que el envejecimiento de población acarrea pérdida de mano de obra. China vio menguar su población en edad de trabajar desde la pandemia en 21 millones de personas. En tres años, la fuerza laboral pasó de los 774,7 millones de 2019 a 733,5 millones en 2022. En comparación, China perdió el equivalente a toda la fuerza laboral registrada en Alemania en 2022.
Esto se debe, en gran parte, al incremento del paro juvenil, que en junio batió el récord del 21,1%. Esto es un problema enorme del país y se nota la preocupación por Pekín en este sentido, ya que después de este récord dejaron de publicar cifras para «mejorar» la manera de calcular el paro juvenil. En enero volvieron a hacer público el recuento y el paro entre los jóvenes urbanos cayó al 14,9%. El problema está en que no reajustaron el cálculo a los meses anteriores, por lo que no se puede hacer una visión real del paro juvenil en China.
Lo que sí se sabe es que es que el número de personas entre 16 y 59 años se contrae desde el año 2012, y en los últimos años la caída fue todavía más rápida. Mientras, el número de personas en edad de jubilación (60 años en China) aumentó drásticamente, «lo que supondrá un incremento pronunciado del gasto público en los próximos años», aseguran los expertos.
Trabas a la exportación
La guerra arancelaria iniciada por Donald Trump en 2018 parece que avivó las tensiones comerciales entre China y Estados Unidos, que ya venían desde el final de la administración Obama, y se acentuaron dureante el mandato de Joe Biden.
Las consecuencias de esto para China es que sus exportaciones cayeron en 2023 un 4,6% interanual según las cifras de las autoridades de Aduanas del gigante asiático. El país realizó envíos a otros países por un total de 3,38 billones de dólares, esto supone un descenso en sus exportaciones por primera vez en siete años, según los datos oficiales. Desde el ONE aseguraron que esperan que en 2024 «sigan sufriendo dificultades» para remontar a sus niveles habituales.
Pero a esto hay que añadir otra externalidad geopolítica y es la escalada de violencia en Oriente Próximo con el conflicto entre Istrael y Hamás. Esto provocó que los rebeldes hutíes tomasen el Mar Rojo atacando a los cargueros. Así, las navieras de mercancías que vienen de Asia ahora pasar por ahí para cruzar el Canal de Suez. Esto ha hecho que el coste de los fletes desde China se incremente hasta un 160%.
Esta situación es un nuevo escollo para el convaleciente mercado exterior chino, ya que las rutas se alargan hasta 10 días al tener que bordear África y amenaza con tensionar las cadenas de suministro.
Ante esto, China está presionando a Irán para que les ayude a frenar los ataques de los hutíes en el Mar Rojo. Según unas declaraciones recogidas por Reuters de un funcionario iraní, Pekín le trasladó lo siguiente: «Si nuestros intereses se ven perjudicados de alguna manera, afectará a nuestros negocios con Teherán, así que díganle a los hutíes que muestren moderación».
Para el líder chino, los costes de tener un Canal de Suez intransitable todavía no son muy altos como para tener que movilizar a su armada. De momento, está disfrutando de los beneficios de no hacer nada y deja que EE UU y sus aliados hacer el trabajo sucio.