Argentina se acerca a una de las elecciones más inciertas de su historia reciente, con la economía convertida en un campo minado que deberá desactivar el próximo presidente. Gane quien gane el 22 de octubre, se anticipa una transición muy compleja hasta su asunción, el 10 de diciembre. A diferencia de los últimos comicios, tres candidatos —y no dos— se disputan la jefatura de Estado: el ultra Javier Milei, el ministro de Economía Sergio Massa y la conservadora Patricia Bullrich.
El peronista Alberto Fernández, con la popularidad por los suelos, renunció a buscar la reelección y cedió la candidatura oficialista a Massa, quien ha perdido la pelea contra la inflación —roza el 140% interanual— pero busca ganarla en las urnas. No lo tiene nada fácil. Todas las encuestas anticipan la victoria del candidato del partido de ultraderecha La Libertad Avanza, quien alimenta la zozobra económica en busca de más apoyo popular y acumula denuncias en los tribunales por sus declaraciones incendiarias. El ganador o ganadora debe obtener el 45% de los votos o el 40% a 10 puntos de distancia del segundo para ser elegido presidente el 22 de octubre. De no ser así, competirá contra el segundo más votado en segunda vuelta el 19 de noviembre.
Milei, diputado desde 2021, ha sido el protagonista de esta campaña electoral. El duro mensaje de este economista ultraliberal contra la casta política —a la que tilda de ladrona, parasitaria e inútil— le permitió atraer el voto de millones de personas hartas de años de deterioro económico y social y convertirse en el candidato más votado en las primarias del 13 de agosto. Ganó en 16 de las 24 provincias del país. Desde entonces, Milei se ha mantenido en cabeza en intención de voto, aunque el fracaso de los sondeos en las anteriores elecciones deja margen para la sorpresa.
El candidato antisistema creció a través de las redes sociales, por fuera del radar de los medios y de la red territorial de la que disponen los partidos tradicionales. “Nunca hubo un cartel de Milei acá, no lo vimos venir, entró por la ventana”, señalaba días atrás un referente de la Villa 21-24, el barrio popular más grande de Argentina, durante una recorrida. Milei obtuvo un gran apoyo de los sectores más vulnerables, tradicionalmente afines al peronismo, aunque también de votantes de clase media y alta. Su promesa de podar con motosierra el gasto público no asusta a una ciudadanía cansada de vivir con una inflación que devora los salarios.
Buenos Aires, en disputa
En las últimas semanas, Milei ha recorrido provincias que ganó en primarias sin haber pisado. Es el caso de Salta, en el noroeste de Argentina, donde arañó el 50% de los votos. El economista cerró allí su campaña federal —que ha bautizado como “tour de la libertad”— el pasado jueves antes de concentrarse esta última semana en la provincia de Buenos Aires, el mayor distrito electoral, que aporta casi el 40% de los votos.
La provincia bonaerense es el territorio más disputado. A diferencia de otras regiones, que optaron por anticipar sus elecciones provinciales y municipales, el 22 de octubre Buenos Aires vota presidente, legisladores, alcaldes y gobernador provincial. El kirchnerista Axel Kicillof, que busca la reelección, fue el más votado en las primarias y confía en retener el control de este distrito clave.
Kicillof tiene a su favor la división de la oposición: en Buenos Aires no hay segunda vuelta y el domingo que viene se conocerá el ganador. Le juegan en contra, en cambio, una situación económica que empeora semana a semana y los escándalos que han salpicado a su equipo más cercano. Su jefe de Gabinete, Martín Insaurralde, renunció al cargo y a su candidatura a concejal del municipio de Lomas de Zamora tras la difusión de imágenes que lo mostraban a bordo del yate de lujo Bandido en Marbella en compañía de la modelo Sofía Clérici. Las fotografías se viralizaron pocos días después de que se diese a conocer un nuevo aumento de la pobreza en el país sudamericano: cuatro de cada diez argentinos son pobres y uno de cada diez ni siquiera tiene ingresos suficientes para comprar alimentos.
Tanto Milei como Bullrich esperan robarle votos por un escándalo que las bases kirchneristas consideran parte de una campaña sucia contra ellos y las opositoras blanden como un nuevo ejemplo de corrupción mientras avanzan las causas pendientes contra la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
La economía, centro de la campaña
Massa, segundo en los sondeos, intenta evitar fuga de votos por derecha a Milei, por el centro al peronista disidente Juan Schiaretti y por izquierda a Myriam Bregman, una de las oradoras destacadas en los debates presidenciales.
Sin logros que mostrar tras un año al frente del Palacio de Hacienda, Massa teme además el impacto que tendrá en las urnas el último estallido de la economía argentina: la brusca devaluación del peso en los mercados paralelos. A principios de octubre, un dólar se cambiaba por 800 pesos en las calles de Buenos Aires, pero la divisa estadounidense tocó un techo de 1.050 pesos antes de retroceder por debajo de los mil el jueves, último día hábil en Argentina.
Faltan cuatro jornadas cambiarias antes de las elecciones del 22 de octubre y se prevé que el Gobierno ordenará nuevas redadas policiales para intentar desalentar operaciones en el mercado informal, el único que opera sin restricciones. Será más difícil que pueda frenar el nuevo aumento de precios derivado de la última depreciación de la moneda. Tras un dato de inflación récord en septiembre, del 12,7% mensual y el 138,3% interanual, se espera uno todavía peor para octubre. La espiral inflacionaria es la punta del iceberg de los grandes desequilibrios macroeconómicos de un país con déficit fiscal, abultada emisión monetaria, una deuda externa que no puede pagar y sin reservas en el Banco Central.
Bullrich busca la remontada
Bullrich aparece atrapada en una pelea polarizada entre Massa y Milei. La exministra de Seguridad macrista ha tardado demasiado en coser las heridas provocadas en su feroz interna con el alcalde de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta. La coalición Juntos por el Cambio (JxC) se veía ganadora de las elecciones un año atrás, cuando Milei era visto como un candidato sin votos fuera de Buenos Aires. JxC ha necesitado dos meses desde las primarias —y verse tercera en las encuestas— para mostrar unidad y presentar a Rodríguez Larreta como futuro jefe de Gabinete de Bullrich este fin de semana. Bullrich ha debido lidiar también con el coqueteo recíproco entre su mentor, el expresidente Mauricio Macri, y Milei.
La candidata conservadora, la menos hábil en el terreno económico, ha cometido algunos errores en campaña que le pueden costar caro, pero ha mejorado desde el segundo debate presidencial, cuando apuntó contra Massa y Milei por igual. Busca posicionarse como la representante de un cambio responsable y previsible, frente al salto a lo desconocido que encabeza el candidato ultra. Los votantes más tradicionales están con ella, como gran parte del empresariado argentino. En cambio, le dan la espalda aquellos que la ven como continuista de un Gobierno en el que comenzó un deterioro económico que se ha agravado bajo la gestión de Fernández.
No se sabe tampoco si tendrá impacto o no la filtración de audios que involucran a Carlos Melconian, elegido por Bullrich como su ministro de Economía si llega a la Casa Rosada. En los fragmentos difundidos, se escucha a Melconian traficar influencias y acosar a una empleada estatal. “Son una mentira total”, se defendió el economista este sábado en televisión. Bullrich había asegurado en un primer momento que eran audios falsos, hechos con inteligencia artificial, pero después cambió su versión: “Son audios totalmente armados, descontextualizados, juntados de no sé dónde”.
Los candidatos tienen una semana más para intentar convencer al electorado, en especial al 30% de la población que se abstuvo en las primarias. Mientras Massa y Bullrich usarán sus últimas balas para intentar acercarse a Milei, este último hará lo posible por evitarlo. Está en juego la presidencia, pero también la mitad de las bancas en la Cámara de Diputados y un tercio del Senado. De repetirse los resultados en las primarias, ninguna de las tres fuerzas tendría quórum propio —capacidad para convocar una sesión— en las cámaras y el sucesor de Fernández quedaría en el aire, a la espera de la segunda vuelta en noviembre.