Una economía china más fuerte impulsará la demanda de materias primas, pero podría aliviar los estancamientos en la cadena de suministro, lo que enviaría señales contradictorias a los banqueros centrales. En China ya están apareciendo los primeros indicios de un aumento de la inflación, aunque sigue siendo mucho menor que en Estados Unidos y Europa.Justo cuando los indicios apuntan a una relajación de la inflación en todo el mundo, la reapertura económica de China tras años de estrictos controles está suscitando dudas sobre si podría volver a disparar los costos.
Muchos economistas no están demasiado preocupados, pero afirman que la incertidumbre inicial complicará las cosas a la Reserva Federal y a otros bancos centrales que han estado subiendo las tasas de interés para luchar contra la inflación, frenando el crecimiento económico.
Es probable que China consuma más energía a medida que su economía se recupere, presionando al alza los precios del petróleo y otras materias primas. Al mismo tiempo, sin embargo, su reapertura podría aliviar los estancamientos de la cadena de suministro y permitir a las fábricas aumentar la producción, resolviendo algunos problemas que contribuyeron al aumento de la inflación en 2022.
Ambos efectos podrían compensarse mutuamente con el tiempo, pero las corrientes cruzadas podrían dar a los bancos centrales una razón para mantener las tasas más altas durante más tiempo mientras vigilan el impacto de China, incluso mientras otras partes del mundo coquetean con la recesión.
“China va a ser un factor X en la inflación mundial, y la Reserva Federal no puede hacer mucho al respecto”, dijo Leland Miller, director ejecutivo de China Beige Book, una firma de investigación con sede en Washington, D.C.
Beijing mantuvo el crecimiento artificialmente deprimido durante gran parte de los tres últimos años, mientras cerraba ciudades y endurecía las restricciones fronterizas para evitar que el Covid-19 se extendiera. Las importaciones de petróleo cayeron por segundo año consecutivo en 2022, y el crecimiento económico general se enfrió hasta el 3%, una de sus tasas más bajas en décadas.
Las autoridades abandonaron bruscamente los controles de la pandemia a finales del año pasado, lo que provocó una oleada de casos de Covid, y las expectativas de una fuerte recuperación económica una vez que pase esa oleada. Los economistas de Wall Street prevén un crecimiento económico del 5% o superior este año.
Por su parte, los consumidores chinos, atrapados en sus departamentos durante parte de la pandemia, acumularon más de US$ 2,2 billones en depósitos bancarios el año pasado, lo que debería impulsar un mayor gasto.
En China ya están apareciendo los primeros indicios de un aumento de la inflación, aunque sigue siendo mucho menor que en Estados Unidos y Europa. Las tarifas hoteleras se han disparado en los puntos turísticos más importantes, y los precios de los alimentos subieron un 4,8% en diciembre con respecto al año anterior.
La Agencia Internacional de la Energía ha declarado recientemente que espera que el creciente apetito de China por el petróleo impulse la demanda mundial total hasta un récord de 101,7 millones de barriles diarios, muy por encima de los niveles anteriores a la crisis.
Según los economistas de Société Générale, si se mantiene el impulso de reapertura de China, los precios del crudo Brent podrían alcanzar un promedio de US$ 100 el barril a finales de año, frente a los US$ 82 actuales. El encarecimiento del petróleo se traducirá en un aumento de los costos de la gasolina y los fletes, incluso en Estados Unidos, donde los precios de la gasolina han bajado mucho últimamente.
El apetito de China por el gas natural para la industria y los productores químicos también podría convertirse en un problema, impulsando los precios al alza en un momento en que Europa se esfuerza por asegurar más suministros energéticos.