Japón multiplica los acuerdos de seguridad con la mira puesta en China

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Pedestrians cross a road in front of an electronic board showing various stock prices outside a brokerage in Tokyo July 22, 2014. REUTERS/Yuya Shino

Defensa espacial, envíos de marines estadounidenses y un acuerdo de «gran relevancia» con Reino Unido: el primer ministro japonés, Fumio Kishida, volverá con la mochila cargada después de su intensa gira diplomática por Europa y América del Norte.

La defensa encabezó la agenda de Kishida esta semana en reuniones con aliados del Grupo de los Siete (G7) en Europa y América del Norte, al buscar acercarse a países amigos ante la creciente presión de China, según varios analistas.

Japón busca normalizar su «papel como gran potencia», dijo a AFP Amy King, profesora del Centro de Estudios Estratégicos y de Defensa de la Universidad Nacional Australiana.

Busca «el tipo de acuerdos estratégicos y relaciones de defensa que son normales para otros países, pero que no han estado al alcance de Japón», debido a su constitución pacifista de la posguerra.

Las conversaciones de Kishida también incluyeron temas diversos como comercio y asuntos climáticos, una muestra de que quiere ampliar las relaciones de Tokio con sus aliados.

Japón se está «asegurando contra un declive en la capacidad estadounidense y buscando atraer a Asia a otros grandes países democráticos», según King.

El gobierno presentó en diciembre una gran reforma de defensa, por la que duplicará el presupuesto del rubro al 2% del PIB para 2027, y designa a China como «el mayor desafío estratégico» para la seguridad japonesa.

El esfuerzo diplomático de Kishida «refleja que la defensa nacional de Japón no puede ser cosa de Japón solamente», explicó Mitsuru Fukuda, profesor de la Universidad Nihon.

«En el pasado, Japón podía separar la economía y la política», haciendo negocios con países como China y Rusia mientras gozaba de protección de seguridad por su alianza con Estados Unidos, según Fukuda.

Pero las crecientes fricciones entre países democráticos y autoritarios implican que «ya no se puede hacer eso», agregó.

Japón será sede este año de la cumbre del G7 y Kishida visita a todos los miembros del bloque, salvo Alemania, en una gira que concluye el viernes en Washington con una conversación con el presidente estadounidense, Joe Biden.

Los ministros de Relaciones Exteriores y Defensa de Washington y Tokio acordaron extender sus acuerdos de defensa mutua al espacio, y anunciaron el envío a Japón de una unidad más ágil de marines de aquí a 2025. Su destino será la isla de Okinawa, el departamento japonés más cercano a Taiwán y a la China continental.

Kishida firmó un acuerdo en Reino Unido que crea las bases legales para que cada parte pueda enviar tropas al territorio del otro.

Japón alcanzó el año pasado un acuerdo similar con Australia y tiene discusiones en marcha para uno con Filipinas.

Tokio acordó en 2022 desarrollar un avión caza de próxima generación con Reino Unido e Italia, y aumentar la cooperación en materia de inteligencia y defensa con Australia.

Pekín ha mirado estos acontecimientos con cierta molestia y advirtió el año pasado a Japón que no se «desviara» de las relaciones bilaterales.

Pero los analistas señalan que Tokio avanza con cautela para evitar agraviar a su poderoso vecino.

«Expandir su red militar es definitivamente una forma de contrarrestar o intentar frenar a China», señaló Daisuke Kawai, investigador del Instituto Japón de Asuntos Internacionales.

Pero como los acuerdos no llegan a ser alianzas plenas con compromisos de defensa mutua, podrían ser «aceptables de momento» para Pekín, según Kawai.

Mientras algunos ven la reforma de la política japonesa de defensa como una ruptura con el pasado, para otros es un cambio sutil.

Los cambios «al menos van a complicar los cálculos chinos de hasta dónde puede llevar adelante sus actividades en la región», comentó Yee Kuang Heng, profesor de seguridad internacional en la Universidad de Tokio.

Sin embargo, «no llega a inclinar significativamente el equilibrio militar regional en relación con China».

La constitución japonesa de la posguerra le impide participar en guerras, y el plan gubernamental de adquirir misiles que puedan alcanzar sitios de lanzamiento enemigos provocó un debate sobre los límites del marco legal.

Pero las encuestas sugieren que el público japonés apoya el cambio, si bien las opiniones sobre cómo costearlo están divididas.

«Estos esfuerzos de disuasión no deben ser vistos como desestabilizadores o provocadores», comentó Euan Graham, del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos.

«Más bien representan un tardío ajuste al equilibrio de poder que se ha volcado significativamente hacia estos regímenes autoritarios que desafían el estatu quo».

hih-kaf/sah/mas/avl

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