La decisión de la OTAN de catalogar a China como un «desafío» era algo que esperaban en Beijing, pero el impacto del anuncio generó malestar en el gobierno chino. En la práctica, la inclusión de China en el nuevo Concepto Estratégico de la alianza atlántica coloca a la segunda potencia global en el mismo nivel que Rusia, que actualmente prosigue con su invasión a Ucrania. Es la primera vez que la OTAN menciona a China en esos términos, si bien ya viene deslizando cuestionamientos retóricos a su accionar.
El último documento consensuado en la cumbre de Madrid señala la «ambición» china y los intereses opacos de los dirigentes en Beijing. «Las operaciones híbridas y cibernéticas maliciosas de la República Popular China y su retórica de confrontación y desinformación tienen como objetivo a los aliados y dañan la seguridad de la alianza», dice el Concepto Estratégico, que además alerta sobre la «intimidación a sus vecinos, incluido Taiwán», que el país considera parte de su territorio.
China afirma que su mención en los nuevos lineamientos atlantistas es una imposición de los Estados Unidos, en particular por los intereses estratégicos en juego en la zona del Asia-Pacífico. Zhao Lijian, portavoz del Ministerio chino de Exteriores, no se ahorró calificativos a la hora de responderle a la OTAN, a la que acusó de tener las manos manchadas de sangre y representar un «desafío sistémico a la paz».
«En los últimos años, la OTAN ha interferido repetidamente en los asuntos del Asia-Pacífico, por ejemplo, enviando aviones y buques de guerra para realizar ejercicios en aguas cercanas a China», continuó Zhao, cuando la alianza supuestamente había prometido «que su zona de defensa no iría más allá del Atlántico Norte». La diplomacia china también apuntó contra Japón y Corea del Sur por la presencia del presidente Yoon Suk Yeol y el primer ministro Fumio Kishida en Madrid.
El analista internacional Gabriel Merino dice a LPO que «China horada el poder de Estados Unidos en términos económicos y está rompiendo el monopolio tecnológico, financiero y comercial», una tendencia que se aceleró con la pandemia. Los países occidentales están preocupados porque Beijing viene modificando «las jerarquías del poder mundial: hoy es indiscutible que China es uno de los grandes poderes, ya superó el poder relativo de la UE y de Japón».
En junio del año pasado, la Comisión Europea pasó a considerar a China como un rival sistémico. Los líderes del G7 acordaron días atrás un programa de inversiones en infraestructuras por 600 mil millones de dólares, cuyo objetivo es competirle a China y evitar que los países de ingresos bajos y medios caigan en la «trampa de la deuda», que Beijing disfrazaría a través de «la nueva ruta de la seda», su iniciativa comercial y financiera a escala global.
La rivalidad ya es explícita. Los funcionarios chinos no se privan de responder a las que juzgan de provocaciones occidentales. Y no se trata solo de voceros o diplomáticos. Wei Fenghe, ministro de Defensa, dejó en claro que si Estados Unidos tiene intenciones de avanzar sobre Taiwán, entonces el Ejército chino no dudará en iniciar una guerra. Pese a que la isla se autogobierna, China jamás permitirá un «complot de independencia» en territorio taiwanés.