Japón se gastó miles de millones en crear dos islas artificiales para montar un aeropuerto en el mar. La naturaleza le está poniendo en su sitio

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En la década de los 80, en la muy densamente poblada ciudad de Osaka (Japón) tenían un problema de contaminación acústica debido a su aeropuerto, demandando por los residentes ante el creciente tráfico aéreo. También se había quedado pequeño para asumir todos los vuelos. Así que optaron concebir uno nuevo lo más alejado posible para que no molestara a los ciudadanos: el Aeropuerto Internacional de Kansai.

Pero había otro problema: en tierra no había espacio. La solución fue construir dos islas artificiales en la Bahía de Osaka para acogerlo. Una millonaria obra de ingeniería que ha desafiado demasiado a la naturaleza: se está hundiendo. Se estima que este aeropuerto internacional, el tercero con más tráfico de Japón (en 2016 por el pasaron 26 millones de pasajeros), podría ser engullido por las aguas en poco más de 30 años.

¿La Atlántida en Japón?

El lugar escogido para crear el archipiélago artificial de Kansai que acoge este aeropuerto tiene el fondo a unos 20 m de profundidad y su suelo no era el más adecuado para ello: tenía, y tiene, una capa de arcilla blanda con alto contenido de agua. Esto para los resolutivos ingenieros japones no fue impedimento: su solución fue drenar el fondo mediante postes de arena y así asentar la zona.

Estimaron que, una vez creada, la primera isla se hundirían unos 5,5 m hasta un máximo de 7,0 m antes de estabilizarse pasados 50 años. Pero la realidad está siendo muy distinta: en los primeros cinco años lo había hecho 8,0 metros.

Ahora, pasados 30 años, se ha hundido unos 12 m: un 25 % más de lo esperado. Además la segunda isla, construida con más de 10 años de diferencia, no se hunde al mismo ritmo que la primera. Hay expertos que sostienen que para 2056, este archipiélago artificial estará totalmente sumergido.

Una obra de ingeniería titánica y carísima. Estas dos islas unidas miden 4 km de largo y 1 km de ancho: levantarlas fue tremendo reto y no sólo por drenar el suelo. Para la primera, cuyas obras comenzaron en 1987, tuvieron que construir un muro de 11 km en su perímetro a base de piedra y bloques de hormigón para proteger el suelo reforzado. Luego los propios cimientos, para lo que se valieron de una cinta transportadora de 15 km para llevar la ingente cantidad de material.

En total tardaron más de tres años sólo en concebir esta primera isla. Sus cifras están a la altura de la colosal obra: 10.000 trabajadores, 80 buques, 180 millones de m³ de roca y 10 millones de horas de trabajo la hicieron posible. Esto aparte del gigantesco puente de más de 3 km que une la isla con Osaka: tiene dos alturas, la de arriba con una autopista de seis carriles y la de abajo con vías de tren.

Y además tenemos el propio Aeropuerto de Kansai, diseñado por Renzo Piano y cuya terminal de 1,67 km se convirtió en el edificio más largo del mundo cuando se inauguró en 1994. Esta construcción también tuvo que hacer frente a los problemas del terreno: para compensar las variaciones de hundimientosus cimientos se asientan en cerca de 900 columnas ajustables apoyadas sobre enormes gatos hidráulicos. Desde entonces están monitorizadas 24 horas al día los 365 días al año para realizar los ajustes pertinentes.

Pero estos cimientos ya tuvieron que reforzarse en 1990 cuando se hundieron más metros de lo previsto inicialmente: insertaron placas de hierro debajo de los gatos hidráulicos y levantaron las columnas por etapas.

Pese a todos estos pormenores, llegado el siglo XXI y ante el cada vez mayor tráfico de aviones y pasajeros, el Aeropuerto de Kansai se amplió: levantaron una segunda isla. Acoge otra pista de aterrizaje y despegue y una segunda terminal, más pequeña. La isla en cuestión, cuando estuvo lista, estaba varios metros más alta que la primera, pero ya están más o menos a la misma altura. Esta segunda terminal asume en su mayoría los vuelos nacionales.

Tenemos por tanto dos islas, dos terminales, dos pistas y un kilométrico puente. A lo que se añaden los no pocos ajustes para mantenerla por encima de las aguas y alejada de su punto crítico. Esto ha significado mucha mayor inversión que lo presupuestado inicialmente: es estimó en 8,0 millones de dólares, pero en 2018 ya había superado cerca de 20.000 millones de dólares. Montante que se han llevado en gran parte las reparaciones, ajustes y modificaciones.

También ciclones tropicales y terremotos

Más allá de que puede acabar en 30 años sumergido si continúa hundiéndose, este aeropuerto levantado sobre el mar ya ha hecho frente a la implacable naturaleza. Hablamos de Japón: uno de los países con mayor actividad sísmica del planeta. De hecho se señala como el más propenso a sufrir terremotos de magnitud superior a 6.5. Ubicado en el Pacífico, también es zona proclive a tifones.

Kansai ya ha sobrevivido a uno de los mayores terremotos sufridos en Japón: el de la tan cercana Kobe. Fue en 1995, sólo un año después de que se inaugurara, y firmó un 6.9 en la escala de magnitud. Más de 6.000 personas fallecieron, pero ni la isla ni el aeropuerto ni el puente sufrieron daños gracias a su estructura diseñada a prueba de este tipo de catástrofes naturales.

También se ha enfrenado a tifones: en 1998 el bautizado como Stella arrasó parte de Japón pero no pudo con Kansai. Sí lo hizo el Jebi 20 años después, en 2018: inundó el aeropuerto superando los muros de contención diseñados para resistirlos.

Aquello ocurrido ya hace seis años bien podría ser la antesala del futuro incierto del Aeropuerto de Kansai, que además sigue ampliándose. Si finalmente las aguas lo engullen, esta brutal y carísima obra de ingeniería habrá durado poco más de 60 años en activo. El ingenio del ser humano es asombroso, pero la naturaleza siempre gana.

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