Japón, la segunda mayor economía desarrollada del mundo y la tercera en su conjunto, se encuentra en una senda de crecimiento limitada a medida que el aumento de los precios y un panorama mundial incierto moderan el impulso posterior a la pandemia. El PIB del primer trimestre creció más de lo previsto, impulsado por el fuerte gasto de los consumidores.
El desempleo en un país conocido tanto por el empleo de por vida como por el karoshi (muerte por exceso de trabajo) se sitúa en el 2,5%. Las personas mayores de Japón aún forman parte de la fuerza laboral, con la mitad de los japoneses de entre 65 y 69 años empleados a finales de 2021, últimas cifras del gobierno disponibles. Sin embargo, se espera que el país se enfrente a una escasez de más de seis millones de trabajadores a finales de la década; la IA y la robótica bien podrían ser la solución. El envejecimiento de la población japonesa también ha supuesto un reto fiscal, que ha contribuido a disparar los niveles de deuda en relación con el PIB. Se prevé que el déficit presupuestario alcance el 5,3% del PIB este año.
Mientras tanto, la pandemia y la guerra de Ucrania crearon la presión inflacionista que el Banco de Japón ha estado buscando con 20 años de flexibilización cuantitativa para apuntalar la caída de los precios. El índice de precios al consumo subió un 2,5% en 2022. El yen se ha debilitado significativamente: es la divisa asiática con peor comportamiento frente al dólar estadounidense en lo que va de año. Sin embargo, los inversores mundiales se están interesando más por la renta variable japonesa, donde las valoraciones de los activos son mucho menos caras que en otros mercados importantes.