La periodista filipina Maria Ressa, que recibió el Premio Nobel de la Paz en 2021, fue acusada de diez delitos criminales por la autocracia del expresidente Rodrigo Duterte y aún con tres de ellos activos, sigue denunciando que «los asesinatos siguen» en su país, aunque «ya no están en los titulares».
En una entrevista con EFE en Madrid, donde esta semana presenta su libro «Cómo luchar contra un dictador», Ressa hace un repaso de sus 37 años como periodista, así como de la situación actual de su país tras los ocho primeros meses de Gobierno del mandatario Ferdinand Marcos Jr., hijo del dictador Ferdinand Marcos.
La periodista, formada en Estados Unidos, donde pasó su adolescencia, alude a la reciente visita de un grupo de europarlamentarios, quienes destacaron que bajo el mandato de Marcos Jr. se siguen produciendo muertes extrajudiciales a manos de las fuerzas del orden, a pesar de los «pasos positivos» en materia de derechos humanos.
«La diferencia es que el nivel de miedo ha aumentado, y que el presidente, irónicamente otro Marcos, se preocupa sobre lo que piense el resto del mundo, en estos cien primeros días ha pasado más tiempo viajando fuera de Filipinas que cualquier otro presidente», apunta.
37 AÑOS DE PERIODISMO
Ressa ha visto y vivido de todo durante estos 37 años de profesión, como tener que enfrentar cargos con penas de prisión por delitos como evasión fiscal, ciberdelitos o injerencia extranjera, los tres únicos que aún siguen sin sentencia.
«Me preguntan cómo encuentro el coraje, no es fácil de explicar, el libro es una combinación de encontrar el problema, encontrar el camino para convivir con el problema y encontrar el camino hacia la solución, que es volver a los valores», analiza.
La Premio Nobel de la Paz, referente del periodismo internacional, se muestra muy crítica con el papel de las empresas tecnológicas y las redes sociales quienes, dice, «han destruido el periodismo».
«Los valores para los periodistas y los medios son muy claros, la ética, eso es lo que nos permite ser los porteros del terreno de juego de lo público, las nuevas tecnológicas también son porteros ahora, pero ¿cuál es su estándar ético?», cuestiona.
A su juicio, los medios y los periodistas viven «bajo un ataque» de gobiernos corruptos y empresas que no quieren que hagan su trabajo, «ayudar a la gente a tomar mejores decisiones».
En el caso de su país, tiene claro que pese a ello no va a tirar la toalla.
«Hay mucho en juego para los filipinos y para la democracia filipina, siento que podemos estar en un punto de inflexión para lo bueno y también para lo malo, podemos perder, podríamos darnos por vencidos, eso sería una mala señal para la gente», asume.
LA IMPORTANCIA DE LAS REDES SOCIALES EN LA DEMOCRACIA
Actualmente Ressa dirige, junto a otros tres cofundadores, el medio digital filipino Rappler, que podría ser cerrado si el cargo de injerencia extranjera cuajara en los tribunales, y pese a no gustarle la forma de actuar de las redes sociales, reconoce que deben estar en ellas para poder llegar más lejos.
«Por seis años consecutivos Filipinas fue el número uno en términos de uso de redes sociales y de Facebook, el 100% de los filipinos que están en internet, están en Facebook, así es que Facebook es nuestro internet», opina.
Asegura que «el momento en el que pensaba que las redes sociales eran útiles para el periodismo fue hace mucho tiempo»: «La estructura de incentivos ha transformado a la ciudadanía, es como decirle a tus hijos miente, miente todo el rato y te recompenso».
Una estructura que facilita «la difusión de mentiras rápidas»: «Ahí tienes mentira, rabia y miedo, difundidas de manera más rápida aún, ese es el modelo, el diseño va en contra de las noticias, porque el valor del periodismo es la responsabilidad».
Por ello pide trabajar en el largo, el medio y el corto plazo: «En el largo tiene que haber educación, en el medio legislación para proteger a los usuarios porque no podemos ser manipulados y en el corto, la gente joven que entra en las redes no pueden ser usuarios pasivos».
«Tienen que darse cuenta de lo que significa el compromiso cívico en esta era de las mentiras, tenemos que saber cómo proteger los hechos», frente a las mentiras, concluye. EFE