Inteligencia artificial: Beijing quiere cooperación, pero censurando contenidos

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En los grandes modelos lingüísticos, el hacha de la censura examina las respuestas de los chatbot para «adaptarlas» a los «valores socialistas fundamentales». También se bloquea el uso de Hugging Face, una popular plataforma de código abierto utilizada por desarrolladores de IA de todo el mundo para compartir modelos y conjuntos de datos. Y a pesar del gran número de algoritmos autóctonos desarrollados, en el propio sector chino de alta tecnología están surgiendo dudas sobre la eficacia de la llamada «guerra de los cien modelos».

Unos veinte años después de la introducción del «gran cortafuegos», el sistema de vigilancia de los sitios web extranjeros considerados sensibles, la mirada inflexible de la censura china se ha posado también sobre la inteligencia artificial (IA). De formas que chocan con ese horizonte de cooperación en esta nueva frontera tecnológica, del que se ha hablado repetidamente en los últimos días con motivo de la visita a China de la primera ministra italiana, Giorgia Meloni.

Tras bloquear el acceso a plataformas internacionales de IA como ChatGpt, ahora son los Large Language Models (LLM) desarrollados por grandes empresas tecnológicas y start-ups chinas, como ByteDance -propietaria de TikTok-, Alibaba, Moonshot y 0.1AI, los que están en el punto de mira.

Según el Financial Times, el objetivo del Gobierno chino sería asegurarse de que estas herramientas tecnológicas avanzadas capaces de comprender y procesar el lenguaje natural encarnen los «valores socialistas fundamentales». Para cumplir con esta petición, los funcionarios de la Administración del Ciberespacio de China (CAC), el organismo gubernamental encargado de supervisar y regular Internet en el país, deben examinar las respuestas proporcionadas por los LLM a una serie de preguntas, muchas de las cuales están relacionadas con el presidente chino, Xi Jinping, y con temas de carácter político o histórico considerados controvertidos por el régimen gobernante.

Los chatbots chinos cuyos LLM hayan superado la prueba podrán, por ejemplo, rechazar cualquier pregunta de los usuarios sobre la matanza de la plaza de Tiananmen de 1989 o el parecido de Xi Jinping con Winnie the Pooh, el personaje de Disney con el que a menudo se le asocia irónicamente. A tales consultas, el chatbot Ernie de Baidu ya responde que «intente otra pregunta», mientras que Tongyi Qianwen de Alibaba replica: «Aún no he aprendido a responder a esta pregunta. Seguiré estudiando para servirle mejor».

Mientras tanto, Beijing ha lanzado un chatbot de inteligencia artificial basado casi exclusivamente en los pensamientos de Xi Jinping, con el objetivo de difundir la ideología del líder chino.

Según The Wall Street Journal, la censura de Beijing también amenaza con restringir aún más el acceso de las empresas tecnológicas chinas a los datos de entrenamiento, la «base» sobre la que se construyen los sistemas de IA a partir de fuentes textuales de diversa índole. Ya el año pasado, las autoridades chinas denegaron repentinamente el acceso a Hugging Face, una popular plataforma de código abierto utilizada por desarrolladores de IA de todo el mundo para compartir modelos y conjuntos de datos.

Supuestamente, la intención del Gobierno chino es crear sus propios conjuntos de datos basados en información considerada «segura» desde un punto de vista ideológico, con el apoyo de agencias cercanas al Diario del Pueblo, el periódico oficial del Partido Comunista Chino. Sin embargo, según expertos del sector, los conjuntos de datos muy censurados podrían causar distorsiones en los modelos de inteligencia artificial, limitando su capacidad para realizar determinadas tareas.

Por tanto, es evidente que al aplicar estas restricciones, China -la primera nación en introducir una normativa vinculante sobre el uso de la IA- corre el riesgo de socavar los enormes avances logrados por las empresas chinas del sector, que actualmente dominan la escena internacional.

En la actualidad, China ha desarrollado unas 130 LLM, es decir, el 40% de los modelos existentes, sólo un 10% menos que los producidos por Estados Unidos. La feroz competencia entre los gigantes chinos de la alta tecnología, como Baidu, Alibaba, Huawei y Tencent, ha desencadenado incluso la llamada «guerra de los cien modelos» (Bai mu dazhan), una expresión que para muchos recuerda el glorioso pasado revolucionario de la República Popular y, en particular, la «ofensiva de los cien regimientos» (Baituan Dazhan), llevada a cabo en 1940 por el Octavo Ejército de Calle comandado por el general Peng Dehuai contra los invasores japoneses.

Aunque esta fórmula, acuñada por un alto ejecutivo de Tencent, fue utilizada inicialmente por los medios de comunicación estatales para ensalzar los éxitos logrados por las empresas chinas en el floreciente mercado de la IA, algunos expertos en tecnología empiezan a cuestionar la eficacia de este planteamiento.

Entre los escépticos se encuentra también el cofundador y consejero delegado de Baidu, Robin Li Yanhong, quien declaró durante un discurso en la Conferencia Mundial sobre Inteligencia Artificial (WAIC) celebrada en Shanghái a principios de julio que la proliferación de LLM en el mercado chino ha provocado «un considerable despilfarro de recursos», ya que muchos de estos modelos no tienen aplicación práctica en el mundo real.

También minan la competitividad de las empresas tecnológicas chinas cuestiones geopolíticas, como la actual guerra tecnológica entre el Dragón y Estados Unidos. De hecho, las autoridades estadounidenses han prohibido a China comprar los semiconductores de alta calidad fabricados por el gigante estadounidense Nvidia, considerados cruciales para la realización de modelos de inteligencia artificial.

Aunque el Wall Street Journal descubrió una red de contrabando que introducía en China chips restringidos procedentes del sudeste asiático, éstos nunca serán suficientes para satisfacer las necesidades del país. Adoptando una perspectiva a largo plazo, el gobierno chino ha decidido compensar este déficit asignando fondos estatales para ayudar a las empresas tecnológicas chinas a desarrollar chips nacionales. A pesar de la dificultad para conseguir el equipo necesario para fabricarlos debido a las sanciones de Estados Unidos, el gigante chino de la telefonía Huawei parece estar cerca de lanzar un modelo de chip que pueda sustituir al de Nvidia.

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