Aunque el Occidente colectivo, y más particularmente Washington, había estado dispuesto a inclinar a la India hacia el campo occidental, Nueva Delhi demuestra que su agenda no es la de Occidente. Un enfoque indio soberano que no hace más que reforzar el eje de la multipolaridad.
India ha criticado a EEUU por haber “sugerido” directamente a las autoridades portuarias de la ciudad de Mumbai la prohibición de entrada de barcos rusos. Las autoridades indias recordaron que tienen el derecho soberano de tratar con todos los socios globales. La indecencia de EEUU ha sido fuertemente criticada tanto a nivel del Ministerio de Asuntos Exteriores indio como a nivel de la opinión pública del país.
Evidentemente, este nuevo intento de intimidación de Washington contra Nueva Delhi no es fruto de la casualidad. Tras el fracaso en distanciar a China de Rusia y crear un amplio frente internacional antirruso, así como la cada vez más evidente pérdida de influencia sobre los aliados de ayer, Occidente ya no tiene miedo al ridículo en un intento de dar la impresión de no estar en una fase de declive. Incluso si eso solo hace que su postura sea un poco más ridícula.
Pero la moderación y un mínimo de vergüenza no son características del establishment occidental. Estas nociones están totalmente ausentes de su forma de pensar. Y si India está hoy en el punto de mira atlantista, no es solo porque el país compra mucho petróleo ruso, ya que solo en primer semestre del año actual ha comprado más de 60 millones de barriles a Rusia (frente a los 12 millones de todo el 2021).
Las otras razones son que durante todos estos últimos años, el Occidente colectivo se había esforzado por tratar de integrar a India en su campo y distanciarlo lo más posible de Rusia y China. Pero este intento finalmente ha cosechado otro amargo fracaso. No es todo. El establishment político-mediático occidental intenta por todos los medios presentar el actual enfrentamiento final entre los partidarios de la multipolaridad y los nostálgicos de la unipolaridad como el del eje “autoritario” contra las democracias occidentales.
Finalmente, y aquí estamos hablando de geopolítica y geoeconomía, India es parte de los BRICS y de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) y el objetivo occidental siempre ha sido tratar de debilitar a estas dos grandes organizaciones, que representan la verdadera noción de la comunidad internacional, y no el G7, y que hoy preocupan mucho a los países occidentales o al menos a los decididamente nostálgicos de la era unipolar.
Pero los arrogantes extremos de Occidente parecen olvidar una vez más con quién están tratando. Esto es aún más impactante en el caso en que el consulado de un estado sin una historia, cultura o civilización dignas de ese nombre busca imponerse al gobierno de un país soberano con una civilización milenaria y una gran potencia en términos de PIB, que rivalizará en un futuro muy lejano con EEUU por el puesto de segunda potencia económica mundial después de China.
Los fracasos de Washington y sus seguidores europeos, australianos o incluso canadienses son una vez más un fuerte testimonio de la muy importante e interesante fase de la historia mundial contemporánea que estamos viviendo actualmente. Pero India tendrá que fortalecer firmemente su seguridad frente a la injerencia occidental, no tanto política en el caso indio, sino mucho más precisamente de seguridad.