Sin embargo, el contexto ha cambiado a una velocidad de vértigo en los últimos meses. China ha enfriado sus relaciones con Putin tras meses de una guerra que parece estar causando más problemas que beneficios a los objetivos geopolíticos de Pekín.
Xi Jinping ha fortalecido su
poder absoluto tras el Congreso del Partido Comunista y ha mostrado toda su influencia internacional durante la
Cumbre del G20 en Bali, Indonesia.
Las protestas masivas populares registradas en gran parte de China por los cierres decretados para frenar el coronavirus no han amenazado lo más mínimo la estabilidad del régimen maoísta.
Incluso, la consecuencia directa de las manifestaciones, la cancelación de la política de «cero covid», podría ser beneficiosa, pues podría permitir un nuevo impulso a la economía china.
China atraviesa una de las peores olas de contagio de covid desde el inicio de la pandemia –tal vez por la baja inmunidad que proporciona sus vacunas o por su baja tasa de vacunación– no parece que vaya a frenar a Xi Jinping.
El país está experimentando un espectacular crecimiento de sus capacidades militares. El general australiano retirado,
Mick Ryan, advertía hace poco que el desarrollo tecnológico alcanzado en los últimos años por el
Ejército Popular de Liberación no tiene precedentes, y que Pekín está decidida a recuperar por la fuerza el control sobre Taiwán.
Ante este nuevo contexto, la actitud de las potencias occidentales hacia China ha cambiado. De la amenaza de sanciones si seguía el camino expansionista emprendido por Rusia, se ha pasado a la mano tendida en una estrategia que roza el servilismo.
Atrás quedan la condena internacional por la deriva autoritaria en Hong Kong o el genocidio contra los uigures en la provincia de Xinjiang.
Según informó Afp, Estados Unidos está decidido a restaurar las relaciones con China y llevarlas a un nuevo nivel, como acordaron hace un mes Xi Jinping y el presidente estadounidense Joe Biden.
Para ello, la Casa Blanca envió a China su primera delegación de alto nivel, encabezada por el subsecretario de Estado de Estados Unidos para Asuntos de Asia Oriental y el Pacífico, Daniel Kritenbrink, y la directora senior del Consejo de Seguridad Nacional para China y Taiwán, Laura Rosenberger.
La visita se desarrollará del 11 al 14 de diciembre e incluirá, además de China, Corea del Sur y Japón.
En China, informó
Afp, Kritenbrink profundizará en el contenido de la reunión entre Biden y Xi en Bali el mes pasado, donde ambos mandatarios prometieron «continuar responsablemente gestionando la competencia» entre las dos potencias «y explorando
potenciales áreas de cooperación», dijo el Departamento de Estado estadounidense.
Añadió que Kritenbrink también preparará la visita a China del secretario de Estado, Antony Blinken, para comienzos de 2023, la primera de un jefe diplomático estadounidense en cuatro años.
Estados Unidos y China, las dos mayores economías del mundo, destinan recursos más que cualquier otra nación en sus fuerzas militares y están enfrascadas en una feroz competencia estratégica.
En la reunión de Bali, los líderes de ambos países conversaron sobre asuntos coyunturales, incluyendo el futuro de Taiwán, las restricciones estadounidenses a las importaciones chinas de alta tecnología y las maniobras de Pekín para expandir su influencia alrededor del mundo.
Biden salió de la reunión con Xi proclamando que una Guerra Fría no era necesaria, mientras Xi le dijo a Biden que los dos países «comparten más, y no menos, intereses comunes».