China y México: entre la espada comercial y la pared geopolítica

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El 14 de febrero de 2025 se cumplen 53 años de vínculos diplomáticos entre China y México, celebración que ha quedado marcada por las tensiones internacionales derivadas de la competencia estratégica entre Estados Unidos y el país asiático. Precisamente, en la semana del aniversario el gobierno mexicano anunció la extensión de la cuota compensatoria a las importaciones chinas de tuberías de acero por cinco años más, así como el inicio de la investigación al cartoncillo importado de China por presunto dumping, ante lo cual aplicarían también cuotas de compensación, de ser el caso.

De hecho, la presidenta Sheinbaum ha retomado la idea geopolítica de su predecesor sobre el “Plan México”, o la estrategia de sustitución de las importaciones eminentemente chinas con miras a integrarse a América del Norte de forma más profunda. Entre las trece metas del Plan México, presentadas a inicios del 2025, no se lee ninguna que apueste por la diversificación real del comercio, por no decir la reducción de la dependencia comercial que México tiene con su vecino del norte. Al contrario, la presidenta apostó por mantener el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (TMEC) porque, aparentemente, “es la única manera en que la región puede competir contra China”.

La narrativa de competencia se vincula con lo que en China se ha identificado como “mentalidad de Guerra Fría”, la cual básicamente consiste en la creencia de la inevitabilidad del conflicto internacional a partir de las diferencias político-ideológicas, de lo cual se deriva el prejuicio. En palabras del reconocido intelectual y exministro de Finanzas de Polonia, Grzegorz W. Kolodko, “en la confusión de la Guerra fría, muchas personas perdieron su habilidad de pensar claramente, y se permitieron ser arrastrados por un mal sendero en nombre de lo mal concebido como ‘políticamente correcto’…”.

Para muestra de lo anterior comparto dos posiciones diametralmente opuestas sobre los vínculos China-México. Por un lado, el exembajador de México en China durante el periodo 2007-2013, Jorge Guajardo, en notas publicadas en el marco del 53 aniversario de vínculos diplomáticos sino-mexicanos, catalogó a China tajantemente como el “enemigo común” de Estados Unidos y México, ante el cual se “deben” detener las importaciones chinas y homologar los aranceles a nivel de América del Norte. Por otro lado, el también exembajador de México en China durante el periodo 2017-2023, José Luis Bernal, considera importante insistir en el potencial de la vinculación productiva México-Estados Unidos-China, en profundizar las relaciones con China en sectores estratégicos para México, y en evitar antagonizar con el país asiático.

Es decir, por un lado, se observa la mentalidad de Guerra Fría en la categorización del país asiático como el “enemigo”, así como en la reproducción de lo “políticamente correcto” en la normativa de enfrentar a ese enemigo con base en la profundización de la dependencia comercial con un país en franca decadencia geopolítica. En contraste, por otro lado, se observa la mesura y la consciencia geopolítica sobre la necesidad de que México se vincule estratégicamente con la potencia en claro ascenso estructural, lo cual no necesariamente significa involucrarse en un juego “suma-cero” en la importante relación mexicano-estadounidense, pues existe de facto una gran relación productiva entre China, México y EEUU.

El quid del asunto es que los regímenes gobernantes mexicanos se han alineado a la geopolítica norteamericana, ya sea por ideología, por permanecer en zona de confort, o ya sea por temor a la reacción de Washington. Esto ha minimizado la importancia del comercio que México tiene con China, así como la histórica y compleja relación bilateral. Por ello, a poco más de medio siglo de vínculos diplomáticos sino-mexicanos, es posible afirmar que China y México son países que se encuentran entre la espada comercial de la presión de Estados Unidos –país que, incapaz de competir bajo las reglas comerciales que contribuyó a crear, se refugia en el proteccionismo– y la pared geopolítica de los bloques de poder, o aquellas dinámicas geopolíticas en el que la potencia estadounidense obliga a otros países a elegir bandos, construyendo efectivamente una dinámica de juego suma-cero, y desdibujando lo que claramente podría ser un dinámica “ganar-ganar”.

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