Tres ministerios chinos han respondido en un día a la imposición de aranceles de Donald Trump, presidente estadounidense. Desde Exteriores, Comercio y Seguridad Pública han salido discursos similares, denunciando el atropello y prometiendo contramedidas no aclaradas. Tan abundante en número como escasa en brío es la respuesta china, apenas la imprescindible para no parecer acobardada y levantar acta de enfado, consciente de que apenas son los preliminares pellizcos de una guerra comercial que se presume fragorosa. Trump sólo ha impuesto el 10% de aranceles a las importaciones chinas cuando en las elecciones los prometió del 60% y todo su ímpetu inicial se dirige hacia Panamá, México, Canadá o Dinamarca.
Esas contramedidas, añadió Pekín, serán las necesarias «para salvaguardar los derechos e intereses legítimos». Ya ha anunciado que llevará a Washington frente a la Organización Mundial del Comercio (OMC) por esa «acción errónea que viola gravemente las normas». Estados Unidos debería evitar «las amenazas a otros países con subidas arbitrarias de tarifas», le pide el Ministerio de Exteriores, e intentar resolver sus problemas con el fentanilo «desde una perspectiva racional y objetiva».