Las recientes celebraciones en Beijing por los 80° años de la victoria sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial llegaron como un mensaje fuerte para Corea del Sur, que busca aliarse con Estados Unidos en una región de Asia atravesada por la cercanía del eje de Rusia, China y Corea del Norte.
La proximidad física y política de Xi Jinping, Vladimir Putin y Kim Jong Un durante el desfile militar en la plaza Tiananmen fue una de las imágenes de la jornada, que no pasó desapercibida en Seúl. Aunque buena parte del mundo esperó la respuesta de Donald Trump ante esta exhibición de fuerza, en Corea del Sur también fue interpretado como una advertencia.
Se trató de la primera vez desde 1959 en que los líderes de las tres naciones compartieron un evento público, algo que reforzó la idea de un eje anti-Estados Unidos, mientras el país norteamericano conducido por Donald Trump aliena a buena parte de sus aliados tradicionales -como India, que experimentó otro reciente acercamiento a China– con su política anti inmigratoria y de aplicación selectiva de aranceles.
La disyuntiva surcoreana
Sin embargo, la actitud cálida de Trump con líderes autoritarios como Putin y el mismo Kim Jong Un -con quien se reunió dos veces en su primer mandato, algo sin precedente para un presidente estadounidense- plantea otras dudas para Corea del Sur, que construyó buena parte de su cosmovisión de posguerra al calor de la protección norteamericana.
Aunque su posición como aliada de Washington D.C sigue intacta, el país peninsular podría analizar los costos y beneficios de esta alianza al reflejarse en la situación de Ucrania, otro país que confiaba en el paraguas estadounidense para proteger sus fronteras. Aunque desde la invasión de 2022 fueron las armas occidentales las que dieron a Kiev la oportunidad de combatir a Rusia, algo cambió desde que Trump asumió su segundo mandato, con un discurso aislacionista y más reacio al apoyo militar que su predecesor.
Pero, sobre todo, el precedente que debería preocupar a Corea del Sur son las actuales negociaciones por un alto al fuego, donde Trump y Putin negocian a solas. Se trata de una instancia donde parece que se acuerdan los trazos gruesos de lo que sólo después pasa a incluir al país invadido e, incluso más relegado, a la Unión Europea, representante del continente donde la pelea tiene lugar.