En noviembre, mientras los votantes en Estados Unidos elegían a Donald Trump para regresar a la Casa Blanca, el presidente chino Xi Jinping protagonizó encuentros destacados en tres importantes foros internacionales: la cumbre de los BRICS en Kazán, Rusia; el Foro de Liderazgo de la APEC en Lima, Perú; y la cumbre del G-20 en Río de Janeiro, Brasil. Más allá del papel predominante de Xi y la República Popular China (RPC) en cada evento, las actuaciones de Xi ofrecen valiosas pistas sobre cómo la RPC está posicionándose en el escenario internacional para maximizar sus beneficios estratégicos. Asimismo, brindan indicios de cómo la RPC bajo Xi podría responder a los desafíos y oportunidades planteados por el nuevo gobierno de Trump.
La participación global de China, reflejada en sus actividades en los tres foros, no busca “liderazgo” en el sentido tradicional occidental. En cambio, la RPC persigue su propio interés nacional mientras interactúa con diversos actores globales y procura influir y reformar el sistema internacional en su favor.
Por un lado, la RPC bajo Xi mantiene una postura firme e intransigente frente a cualquier cuestionamiento sobre lo que considera “asuntos internos”. Esto incluye su reclamo sobre Taiwán, el uso de su ejército para amenazar a la isla, el internamiento de musulmanes uigures en Xinjiang, la represión de la democracia en Hong Kong y otras violaciones a los derechos de sus ciudadanos.
Más allá de estos temas “prohibidos”, en las recientes cumbres, Xi y la RPC han sido notoriamente ambiguos respecto a la agenda internacional que promueven públicamente. Esto les permite cortejar a diversos actores, simultáneamente desarrollando relaciones con rivales como Irán y Arabia Saudita, vendiendo armas a Rusia para su invasión a Ucrania, y fortaleciendo vínculos con Estados europeos mediante intereses “compartidos” en la paz duradera.
En la cumbre de los BRICS en Kazán, la RPC trabajó para consolidar una coalición diversa de Estados iliberales, unidos por su interés común en debilitar la rendición de cuentas al sistema occidental basado en normas e instituciones, sin desestabilizar en exceso las arquitecturas institucionales que sustentan el comercio y la seguridad globales. Xi demostró un liderazgo indirecto, apoyando financieramente al grupo a través del Nuevo Banco de Desarrollo, moldeando su agenda mediante maniobras burocráticas y hablando en términos vagos sobre estabilidad y “desarrollo de alta calidad”.
La expansión del bloque de 10 a 23 miembros aumentó su peso económico y político, preservando su identidad como un club escéptico hacia el orden internacional liberal basado en normas. La cumbre evitó debates públicos sobre principios que pudieran exponer diferencias entre sus miembros y avanzó en mecanismos concretos, como BRICS Clear y acuerdos bilaterales para compensaciones comerciales. Esto fortalece los intereses estratégicos de China al reducir su vulnerabilidad frente al sistema financiero dominado por el dólar, al tiempo que profundiza la dependencia de sus socios.
APEC: Dominio de China en la agenda transpacífica
En la cumbre de la APEC en Lima, Xi mostró una faceta distinta de liderazgo chino, utilizando las circunstancias globales para expandir su dominio económico y político en el Pacífico. Un momento simbólico clave fue la inauguración del puerto de Chancay, controlado por la empresa logística china COSCO, que refuerza la posición de China en las rutas transpacíficas y en el acceso de América Latina a este comercio.
Además, Xi aprovechó la cumbre para encuentros bilaterales significativos. Con la anfitriona peruana Dina Boluarte firmó un acuerdo de libre comercio actualizado y 30 memorandos de entendimiento. En Chile, el presidente Gabriel Boric expresó interés en profundizar las relaciones comerciales con China y respaldó la entrada de la RPC en foros como el CPTPP y el Acuerdo de Asociación de Economía Digital (DEPA).
En la cumbre del G-20 en Río de Janeiro, Xi utilizó la ambigüedad estratégica para fortalecer lazos con países en desarrollo mientras se presentaba como un socio constructivo entre las democracias desarrolladas. Xi destacó el interés de China en reducir aranceles para las naciones en desarrollo, alineándose con su Iniciativa para el Desarrollo Global.
Durante su visita de Estado con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, aunque Brasil no se adhirió a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, Xi le otorgó un estatus diplomático mejorado y firmó 37 compromisos en áreas como agricultura y tecnología digital. También sostuvo reuniones bilaterales con líderes europeos y con los presidentes Javier Milei de Argentina y Claudia Sheinbaum de México, buscando consolidar inversiones chinas y políticas estratégicas favorables en la región.
Conclusión
En las cumbres de BRICS, APEC y G-20, Xi Jinping utilizó eficazmente la ambigüedad estratégica para consolidar una coalición diversa de actores iliberales, expandir el dominio económico y político de China en el Pacífico y maniobrar entre países desarrollados y en desarrollo. El gobierno de Trump deberá calibrar su política hacia China considerando los riesgos de esta estrategia y su capacidad para explotar la percepción del aislacionismo estadounidense.
*El autor es profesor de investigación en el Instituto de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra del Ejército de Estados Unidos. Las opiniones aquí expresadas son estrictamente suyas.