«Si tocas a uno nos tocas a todos».
Esta es la filosofía y razón de ser de la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN), la alianza por la que 30 países de Europa y Norteamérica se comprometen a responder con sus fuerzas militares conjuntas en caso de ataque externo a uno de ellos.
Es decir, la OTAN define su naturaleza como defensiva. Pero algunos países la ven como una amenaza a su seguridad.
Rusia, que ha usado este argumento para justificar una invasión militar, es el ejemplo más claro, pero no el único.
Pese a que sus fronteras se encuentran a miles de kilómetros de los límites de la OTAN, China expresa abiertamente y en un tono cada vez mayor su desconfianza hacia la organización.
Y con la invasión rusa de Ucrania, los roces entre el gigante asiático y la alianza defensiva liderada por EE.UU. se han intensificado.
Al igual que Moscú, Pekín ha señalado a la OTAN como responsable del conflicto.
La cancillería china acusó a la alianza atlántica de haber puesto a Rusia «contra las cuerdas» al haber aceptado desde el final de la Guerra Fría a 14 nuevos miembros, entre ellos países fronterizos con la nación eslava.
Por su parte, la OTAN ha denunciado a la primera potencia asiática por «socavar el orden global» en materia de seguridad.
Jens Stoltenberg, secretario general de la organización, anunció en abril que su estrategia de defensa incluirá por primera veza China, más específicamente «cómo su creciente influencia y políticas coercitivas afectan a nuestra seguridad».
De la indiferencia a la tensión
Hoy la desconfianza, tensión y acusaciones mutuas marcan las relaciones entre Pekín y la alianza.
Pero esto no siempre ha sido así.
El doctor en historia moderna británico Jamie Shea, quien ocupó diversos cargos de responsabilidad en la OTAN entre 1988 y 2018, asegura que la relación entre la alianza y Pekín ha sido más bien de indiferencia mutua en las últimas décadas, con intercambios periódicos que apenas produjeron frutos.
«Los chinos mostraron interés en la OTAN cuando entró por primera vez en Afganistán en 2003, pero cuando entendieron que no estaba allí como una fuerza de ocupación permanente sino con fines de estabilización y contraterrorismo se relajaron y su interés en la OTAN se desvaneció», asegura.
El experto remarca que «hasta la fecha no ha habido un Consejo OTAN-China que permita a ambas partes reunirse regularmente y debatir desafíos comunes o percepciones mutuas».
Wang Huiyao, presidente del think tank Centro para China y la Globalización (CGC) y asesor del gobierno chino, explica que, por su lejanía geográfica, Pekín «en principio no debería tener muchos asuntos en común con la OTAN».
«Pero si la OTAN publica un comunicado diciendo que China es una amenaza potencial, eso preocupa a Pekín«, señala.
«La OTAN es EE.UU.»
Wang argumenta que la estrategia de la organización, pese a su lejanía y a su naturaleza defensiva, confronta con la de China.
«La visión de futuro de China es que la globalización debe ir en la dirección de la integración económica, no militar. En ese sentido a China no le gusta la expansión militar de la OTAN liderada por EE.UU.»
El experto también cree que las confrontaciones entre Pekín y la alianza atlántica «son un reflejo de las relaciones entre EE.UU. y China, que se han deteriorado en los últimos 5 o 6 años»
«Y EE.UU. lidera la OTAN, y ciertamente la OTAN refleja en gran parte las decisiones de EE.UU.«.
Shea, por su parte, cree que China se posiciona en contra de la ampliación de la OTAN por razones meramente estratégicas.
«A medida que China se alinea con la narrativa rusa y la supuesta supremacía de los valores autoritarios sobre las democracias, tergiversar la realidad de la OTAN se convierte en una herramienta conveniente y fácil para su política exterior e interna».
Sin embargo, la principal preocupación de China no es la expansión de la alianza militar atlántica al este de Europa.
Lo que en realidad más teme China
China considera que Estados Unidos quiere instalar de facto a la OTAN, o una rama de la alianza, frente a sus puertas.
«La OTAN ha malogrado Europa. ¿Está ahora tratando de malograr Asia-Pacífico e incluso el mundo?», protestó la cancillería china a finales de abril.
Un mes antes, el ministro de Exteriores, Wang Yi, afirmó: «el verdadero objetivo de la estrategia de EE.UU. en el Indopacífico es crear una rama de la OTAN en la región«.
Autoridades de Pekín han repetido con frecuencia en los últimos meses esta acusación.
Para entenderla hay que estar familiarizado con dos acrónimos: Aukus y Quad.
A finales de 2021 se anunció la creación del Aukus, un pacto de defensa por el que EE.UU. y Reino Unido ayudarán a Australia a adquirir submarinos de propulsión nuclear.
Esto incomoda a China, que ha visto cómo sus relaciones con Australia, cordiales hasta 2018, se han ido deteriorando cada vez más hasta protagonizar episodios de tensión en diversos ámbitos, desde las disputas territoriales en el Mar del Sur de China hasta la pandemia y más recientemente la invasión rusa de Ucrania.
Pero lo que más preocupa a China es el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral, más conocido como Quad.
Creado en 2007 y suspendido por casi una década, el Quad se reactivó en 2017 y ha ido ganando cada vez más protagonismo hasta hoy.
Es un foro estratégico que incluye cooperación militar y ejercicios de defensa entre Estados Unidos, Australia, Japón e India.
Japón e India son las dos potencias asiáticas que rivalizan con China, quien además mantiene tensas disputas territoriales con ambas y con otros Estados de la región como Filipinas, Vietnam o Malasia.
Así, Pekín ve el Quad no solo como un reto a su creciente hegemonía en la región, sino una amenaza a su seguridad y, junto al Aukus, un intento camuflado de Estados Unidos de ensamblar una OTAN a su alrededor.
El profesor Wang, que representa la postura del gobierno chino, considera «preocupante que la OTAN se esté expandiendo a la región del Indopacífico» y da por hecho que se está intentando establecer, al menos, «una mini OTAN en la región», algo que el régimen de Xi Jinping no está dispuesto a aceptar.
Por su parte, Jamie Shea niega que las alianzas de Estados Unidos en el Pacífico tengan algo que ver con la Organización del Tratado Atlántico Norte: «la OTAN limita su expansión al continente europeo y no puede ampliarse a un país en la región del Indopacífico».
«Aunque tiene socios en la región, como Japón, Australia y Nueva Zelanda, los pactos no otorgan a la OTAN ningún papel en la defensa de estos países si se vieran involucrados en una guerra contra China», remarca.