La hostilidad entre las dos superpotencias mundiales, Estados Unidos y China, todavía deja algunos espacios para la cooperación, o al menos la cercanía, incluso en un ámbito tan sensible como los asuntos militares. Decenas de soldados estadounidenses y chinos, concretamente fusileros navales, participan junto a 3.000 militares brasileños en unas maniobras que se desarrollan en el centro de Brasil, en el municipio de Formosa, a 80 kilómetros de Brasilia, y concluyen el 17. Brasil es terreno propicio para un encuentro de esas características porque es una potencia regional, tiene una política exterior pragmática —que huye de antagonismos y prima el diálogo y la cooperación— y Pekín y Washington son, respectivamente, su primer y segundo socio comercial.
Obviamente, los anfitriones brasileños aportan el grueso de la tropa para las maniobras que movilizan aviones, tanques, blindados, vehículos anfibios y lanzamisiles. Le siguen a distancia las dos superpotencias. La comitiva de EE UU cuenta con 56 militares, mientras que la de China suma 33 fusileros, según Folha de S.Paulo. Pero muestra del amplio y variado elenco de países amigos que históricamente tiene Brasil, también participan uniformados de México, Sudáfrica, Argentina, Italia, Pakistán, República del Congo, Francia y Nigeria, aunque en números más modestos. El año pasado, China solo envió a estos ejercicios observadores militares, no soldados, como en esta ocasión, informó la Marina. Ahí radica la novedad.
Con movimientos como este, Brasil enfatiza la postura tradicional de su política exterior, que Luiz Inácio Lula da Silva ha expandido desde la Presidencia de la mano de su asesor de siempre en cuestiones internacionales, Celso Amorim. La presencia de esos soldados obedece al “lugar que Brasil pretende ocupar en el mundo”, explica el analista de Relaciones Internacionales Pedro Costa Júnior, de la USP (la Universidad de São Paulo). “Brasil quiere ser un mediador en el sistema internacional, mediar entre el Sur y el Norte, y entre esos universos antagónicos de la geopolítica que son Eurasia, liderada por China y Rusia, y el bloque atlantista, liderado por EE UU y Europa”.
La Embajada de Estados Unidos en Brasilia ha saludado las maniobras en una nota en la que, sin mencionar la presencia de militares chinos o de otros países, elogia la cooperación con Brasil y los dos siglos de relaciones bilaterales. Y detalla los asuntos en los que se centra la presente edición: “Mejorar la interoperabilidad, la preparación y el entendimiento mutuo entre dos fuerzas, incluidas la Fuerza Aérea Brasileña y el ejército, entrenar la fuerza de reacción rápida, verificar las capacidades expedicionarias y coordinar los disparos de todas sus armas”. Añade el comunicado que Brasilia y Washington mantienen “una cooperación en seguridad multifacética y de larga data (…) importante en la promoción de la estabilidad regional” y para abordar los desafíos comunes en Occidente.
Las maniobras, denominadas Operación Formosa 2024, se desarrollan tierra adentro, aunque las organiza la Marina. Empezaron el pasado día 7 en Río de Janeiro, cuando la tropa emprendió allí un recorrido de 1.400 kilómetros hasta el corazón del territorio con el equipamiento necesario para montar una base expedicionaria.
Eduardo Heleno, profesor del Instituto de Estudios Estratégicos de la Universidad Federal Fluminense, apunta al creciente interés de Brasil por incrementar la colaboración militar con Pekín. El comandante del ejército, el general Tomás Paiva, explicaba en junio, en una entrevista antes de un viaje a Pekín, que el objetivo era elevar la cooperación entre las Fuerzas Armadas de ambos países del nivel actual, centrado en el ámbito académico ―formación de oficiales y cadetes―, a la industria de defensa y al área de ciencia y tecnología aplicadas a asuntos militares; “un área en la que están avanzados”, declaraba al diario Estadão.
Revelaba también el general que tenía instrucciones del Gobierno Lula de estrechar lazos con los países de los BRICS, excepto con Rusia, a causa de la guerra de Ucrania. Es decir, con China, la India y Sudáfrica. El especialista Heleno sugiere que la inédita colaboración militar sino-estadounidense en territorio brasileño quizá surgió en un encuentro internacional de fusileros navales celebrado en Río en noviembre de 2023, al que asistieron, entre otros, el general David Bello, por EEUU, y el almirante Zhu Chuansheng, por China.
Apunta este experto en asuntos militares “la ironía del destino de que estas maniobras se celebren en un campo de instrucción que se llama Formosa, como la ciudad donde se ubica, y el nombre que los navegantes portugueses dieron a la isla de Taiwán”. Allí, al otro lado del mundo, en torno al disputado territorio, han tenido las Fuerzas Armadas de las dos superpotencias sus roces más graves en los últimos tiempos.
Ya en 1947, en plena Guerra Fría, Brasil era considerado un país lo suficientemente amigable e importante como para que sus pares en la ONU le concedieran el honor de abrir la ronda de discursos de los jefes de Estado en la Asamblea General anual. Siguiendo esa tradición, Lula será en unos días el primer jefe de Estado en tomar la palabra en Nueva York.
Reflejo de la ambición diplomática brasileña, su capital acoge embajadas de casi todos los países del planeta. Esta semana, el veterano diplomático Amorim, asesor de Lula, está de visita en Rusia en una cumbre de los BRICS mientras el canciller, Mauro Vieira, visita países del Golfo. Ambos diplomáticos llevan semanas intentando, junto a Colombia y México, encontrar una salida pacífica en Venezuela. Por ahora, de manera infructuosa.