Fomentando la confianza en las vacunas en Indonesia

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Cómo trabajadores de la salud superan desafíos geográficos y el escepticismo inicial.

Cuando apenas había salido el sol una mañana de domingo del mes de agosto, Irwan Hakim, enfermero de la clínica comunitaria, caminaba por las calles de Kerayaan, una aldea remota de Kalimantán, la región de Borneo perteneciente a Indonesia.

Llevándose el megáfono a la boca, Irwan difundía su mensaje: ¡Vengan a vacunar a sus hijos e hijas!

A las 8:30 de la mañana ya habían respondido a su llamada 381 niños y niñas de entre 5 y 12 años y sus progenitores, que se congregaban en el patio de la escuela primaria de Rusung Raya para recibir sus vacunas contra enfermedades potencialmente mortales, como el sarampión y la rubéola.

Este éxito es fruto de la dedicación de Irwan y de una red de enfermeras, matronas y parteras tradicionales que colaboran estrechamente con la comunidad para fomentar la confianza en las vacunas, disipar las concepciones erróneas al respecto y animar a los progenitores a que inmunicen a sus hijos.

Irwan y la red de la que forma parte iniciaron su actividad en el marco del Mes Nacional de la Inmunización Infantil (una campaña conocida en lengua indonesia como BIAN). Las campañas BIAN, que reciben apoyo de aliados como UNICEF, se pusieron en marcha por toda Indonesia con el propósito de invertir el retroceso en la vacunación sistemática infantil que se registró como consecuencia de la pandemia de COVID-19.

La COVID-19 tuvo efectos importantes en los servicios de inmunización sistemática infantil de toda la nación. Según el Ministerio de Salud, la cobertura de vacunación completa descendió desde un 93,7% en 2019 a un 84,5% en 2021. Este descenso se debió en parte a la interrupción de las cadenas de suministro, a la imposición de normas que limitaban las actividades de inmunización y a la falta de trabajadores de la salud.

Según una encuesta practicada por el Ministerio de Salud de Indonesia y UNICEF, los progenitores y cuidadores de todo el país se oponían a llevar a sus hijos a los centros de salud por temor al contagio.

Kerayaan ya contaba con un pequeño grupo de trabajadores de la salud antes de la COVID, pero muchos de ellos dejaron de prestar servicios cuando se infectaron con el virus. Para colmo, dejaron de suministrarse las vacunas, y los lugares donde podían obtenerse estaban cerrados. El índice de vacunación ha sido especialmente bajo en Kerayaan: solo 10 de cada 45 recién nacidos estaban vacunados en abril de 2022. La ubicación remota de esta localidad constituye un grave impedimento.

“Para llegar a Kerayaan desde la capital de la provincia hay casi 13 horas de viaje en automóvil, ferry y barca”, contaba la Dra. Suprapti Tri Astuti, jefa de la Oficina de Salud del Distrito de Kotabaru, que supervisa los servicios de inmunización de Kerayaan. “Y, claro, la pandemia agravó esta situación”.

A las dificultades geográficas cabe añadir un escepticismo habitual en relación con las vacunas. Para abordar este problema, la red de salud recurre a curanderas tradicionales como Zulaiha.

Zulaiha aprendió a curar de su madre, quien a su vez había aprendido de su abuela. Esta curandera atiende a las mujeres que están a punto de dar a luz y asesora a quienes acuden a ella en busca de métodos tradicionales de sanación, que incluyen los conjuros y los preparados de hierbas.

Pero Zulaiha conoce también el poder de la inmunización. Por tanto, como parte de la campaña BIAN, prosigue su labor de sanación, que ahora consiste en ir casa por casa animando a los progenitores y cuidadores a que acudan al centro de salud para vacunar a sus hijos.

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