La primera andanada ya está aquí… al menos de palabra. China lleva tiempo esperando el zarpazo arancelario del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. El anuncio de que pretende gravar con un 10% adicional los productos del gigante asiático en las aduanas estadounidenses no ha sido ninguna sorpresa en Pekín, donde las autoridades aseguran estar preparadas para una eventual guerra comercial 2.0 cuando el líder que inició la primera, en 2018, llegue a la Casa Blanca. La respuesta de China, también de palabra, no se ha hecho esperar: “La cooperación económica y comercial entre China y Estados Unidos es de naturaleza mutuamente beneficiosa”, ha replicado el portavoz de la Embajada china en Washington, Liu Pengyu, a través de su cuenta en X. “Nadie ganará una guerra comercial”.
A menos de dos meses de que Trump inicie su mandato el 20 de enero, el magnate ha hecho pública este lunes su amenaza a México, Canadá y China de que someterá sus importaciones a un gravamen adicional si no ponen fin al tráfico de drogas, en particular de fentanilo, y a la inmigración irregular procedente de dichos países. La tasa, que se impondría desde el primer día en que ocupe el Despacho Oval, ha afirmado, será del 25% para todos los productos de México y Canadá y de otro 10% adicional a las tarifas ya establecidas para las importaciones desde China.
El fentanilo, un polvo blanco y barato, 50 veces más poderoso que la heroína, que mata cada año a más de 70.000 personas en Estados Unidos, es un viejo punto de discordia entre Pekín y Washington, que considera al país asiático el punto de origen de los precursores para fabricar la droga. La cooperación para combatirlo ha sido uno de los pocos puntos de acuerdo que la Administración del presidente saliente, Joe Biden, logró establecer con China en el último año.
“Las autoridades antinarcóticos de China y Estados Unidos han reanudado la comunicación regular desde la cumbre de San Francisco”, ha recordado el portavoz chino en su texto en X, en referencia al encuentro entre el presidente chino, Xi Jinping, y Biden hace justo un año. Según Liu, la parte china ha notificado a la estadounidense los avances logrados en las operaciones de lucha antinarcóticos, y ha respondido a la solicitud de Estados Unidos de verificar pistas sobre ciertos casos y ha tomado medidas. “La idea de que China permita deliberadamente el flujo de precursores de fentanilo a Estados Unidos es completamente contraria a los hechos y a la realidad”, ha señalado el diplomático.
Trump ha escrito un mensaje específico sobre China y el fentanilo en su red social, Truth Social. “He mantenido muchas conversaciones con China sobre las cantidades masivas de drogas, en particular de fentanilo, que se envían a Estados Unidos, pero han sido en vano. Representantes de China me dijeron que impondrían su pena máxima, la pena de muerte, a cualquier traficante de drogas que fuera sorprendido haciendo esto, pero, por desgracia, nunca lo hicieron, y las drogas están entrando en nuestro país, principalmente a través de México, a niveles nunca vistos antes. Hasta que dejen de hacerlo, cobraremos a China un arancel adicional del 10%, por encima de cualquier otro arancel, sobre todos sus productos que entren en los Estados Unidos de América. Gracias por su atención a este asunto”.
Golpe a México
El golpe arancelario del 25% a México es, además, otro punto de impacto indirecto a China: numerosas empresas de la segunda potencia económica del planeta han trasladado fábricas y producción a este país, que se ha convertido en los últimos años en el principal origen de las importaciones de Estados Unidos, por encima de China, como fórmula para esquivar y amortiguar tensiones geopolíticas y barreras económicas en sus suministros. Trump ya había fijado su mirilla en ellas. “Están construyendo grandes plantas de coches en México, en muchos casos propiedad de China”, alertó el magnate en el debate con la aspirante Kamala Harris en septiembre. “Están construyendo estas enormes plantas, y creen que van a vender sus coches en Estados Unidos”.
El anuncio, en cualquier caso, se queda de momento lejos del 60% de aranceles a todos los productos chinos con el que había amenazado Trump durante la campaña electoral. Y la respuesta verbal de China está en línea con el argumentario de la República Popular hasta la fecha: trata de mostrarse como adalid de la globalización económica, a pesar de las numerosas críticas de, entre otros, Washington y Bruselas, a una industria fuertemente subsidiada, a la que acusan de provocar distorsiones en la competencia, desnivelar las balanzas comerciales y de un acceso limitado a la entrada de empresas extranjeras a algunos sectores.
El viceministro de Comercio, Wang Shouwen, representante de Comercio Internacional de China, aseguraba en un discurso el viernes que la historia ha demostrado que el aumento de los aranceles sobre los productos chinos no puede resolver el déficit comercial del país que impone los aranceles; por el contrario, conduce a precios más altos para los productos importados y la inflación, con una carga que recae en última instancia en los consumidores, según ha recogido el diario oficialista chino Global Times.